“Es tiempo de soltar”, estas cuatro palabras se expresan de una manera muy fácil pero aplicarlas no lo son tanto cuando tienes que aprender a hacerlo, tal como lo realizó María Celorio, una mujer enamorada cuyo rompimiento amoroso hizo que se fuera de viaje para reencontrarse a sí misma y darse cuenta que llegó el momento de vivir otras experiencias, otras sensaciones, otras... luciérnagas en el corazón.
En "El Amor de las Luciérnagas", la protagonista necesitó huir del desamor, escapar del engaño y salir huyendo a Noruega, específicamente a Bergen, al fin del mundo, un lugar pavorosamente aburrido, donde la única diversión disponible la encontró en el fondo de una botella de vodka y una máquina de escribir que reproduce en la vida real lo que ella escribe, al extremo de hacer aparecer una doble suya.
En la búsqueda desesperada por esta clon literaria, María tiene a su amiga Lola (Sara Pinet), un personaje que está "para chuparse los dedos", tiene un energía en el escenario envidiable y no es que sus compañeros no lo hagan de esta manera también lo realizan pero su carisma y diálogos ayudan a que sea entrañable y podría decir que inolvidable.
No podía dejar de mencionar que hay tres actrices quienes interpretan a María: Sonia Franco, Ana Zavala y Sofía Sylwin, el trío hablan por turnos lo cual le da mucho dinamismo al espectáculo y cada una le da diferente intención al personaje y eso se agradece, observar los diferentes tintes de una persona en tres cuerpos, al mismo tiempo. Y sí, tengo que hacer mención especial para Franco ya que logra transmitirnos a través de su papel todo lo que ha vivido y cómo han transcurrido sus años desde que conoció a su ex pareja, Rómulo.
La puesta en escena es un viaje lleno de comedia con tintes emocionales, con frases que te mueven y que logran tocarte muchas fibras y de alguna manera conducirte a que te cuestiones cientos de cosas respecto a lo que vives actualmente, no sólo en el aspecto amoroso sino el familiar, personal… hasta podría decir que laboral.
La comedia bautizada como realismo mágico por su propio autor, Alejandro Ricaño, que se sitúa en la década de los 90 e inicios del 2000, también aborda el primer amor y las amistades incondicionales, aquellas verdaderas que no importa lo que haya pasado o donde estés, ahí permanecerán.
Julio Córtazar, Octavio Paz, Luis Donaldo Colosio y Ernesto Zedillo, por mencionar algunos, son nombres que aparecen en la obra, de una manera muy sutil y circunstancial, y esto lo hace el creador para contextualizar el momento que estaba viviendo nuestro país.
No hace falta tener una gran escenografía cuando se tiene un gran idea, y en este caso no se necesita, las actuaciones, el contenido, la ambientación, la sinergía que existe entre los actores recrean perfectamente este recorrido lleno de sentimientos pero sobre todo, de aprendizajes, de saber con qué piedra tropezaste.
Todos los elementos que componen la puesta resultan precisos, las luces en el escenario van jugando a lo largo de la obra, los focos incandescentes colgados que se iluminan de diferentes formas crean un ambiente diferente, las maletas son parte de la historia, ayudan a crear atmósferas.
Dicen que las cosas y las personas llegan en el momento perfecto, no antes ni después, y créanme que a mí "El Amor de las Luciérnagas" me llegó en el tiempo adecuado, en una situación muy peculiar en mi vida, y sin duda me conmovió demasiado, me cautivó y me ha hecho reflexionar, pensar, sentir. Y como menciona la protagonista de la obra: "probablemente en un punto, habrá que soltar".