La magia de El Último Teatro del Mundo

El teatro es una gran experiencia. El teatro es vida. El teatro es energía. El teatro te enamora. El teatro te mueve y sobre todo, te conmueve. El teatro es sencillez y al mismo tiempo, complejidad. El teatro es luz que resurge de la obscuridad. El teatro te hace llorar, recordar, reflexionar, reír. El teatro vibra y debería hacerte vibrar. El teatro es pasión y se percibe cuando está realizado con todo el corazón y provoca en el momento, cientos de emociones, pero al transcurrir las horas, los días, no se mueren; así como me sucedió gracias a "El Último Teatro del Mundo". 

La Teatrería recibió de nueva cuenta a esta puesta en escena que vio nacer hace algunos años y por fin tuve el honor de verla, una expresión artística que vale la pena compartir, escribir sobre ella y pedir que nunca se acabe, porque es una alabanza para quienes sueñan, realizan y viven teatro, día a día. 

La obra creada por José Manuel López Velarde aborda la vida de Pina, una catarina, la más pequeña que pudieras conocer o imaginar,  pero su forma de vivir no le es precisamente algo que le brinde mucha alegría, al contrario. Una noche, soñó por vez primera, y conoció a un hombre que le indicó que su vida puede alcanzar una plenitud más grande encontrando el último teatro del mundo. 

El insecto coleóptero de la superfamilia Cucojoidea tras despertarse dejó atrás su cama de lechugas para emprender un viaje en una combi rosa desgastada, guiada por un boleto mágico, para encontrar este lugar desconocido y sin saberlo, a su paso, conocer varios personajes rarísimos que la harán creer en sí misma, desarrollarse y a perseguir sus sueños. 

La escenografía e iluminación son mágicas, no hay otro calificativo que le pueda poner, es una gloria, todos los elementos reciclados, por pequeños que sean, que observas en el escenario tienen un por qué y sobre todo, un para qué; poco a poco los involucrados van moviendo detalles, sacando cosas, creando ambientes, apagando las luces, inventando sombras, adueñándose de esos metros para compartir una travesía poderosa. 

En cuanto a la música de Iker Madrid es más que original, cada una de las canciones está bien interpretada, varias de sus melodías, aún las tengo en mi cabeza, creadas con instrumentos poco convencionales, y no lo menciono peyorativamente, al contrario, fueron creados objetos de la vida cotidiana, como guitarra de latas, flautas de plástico, tambores de cubetas, que ellos los reinventaron para darnos un sonido más íntimo, más creativo, más sensorial. 

Y aquí tengo que mencionar a Paloma Cordero, ¡woow!, no puedo creer todo lo que ella proyectó en el escenario, desde sus múltiples interpretaciones, su desarrollo escénico, hasta su enorme voz en cada una de las canciones, me enamoró, en verdad, quienes la han escuchado me darán la razón, y temas como “Mundo de Gigantes” y “Quiero saber” son una gran prueba de ello. 

El elenco conformado, además, por Pablo Rodríguez, Iker Madrid, Evan Regueira, Juan Pablo Ruiz/Mauricio Hernández y Paloma Hoyos nos llevan a un viaje musical que no posee pretensiones, no tiene barreras, es honesto. Seis intérpretes que se combinan entre sí, que embonan a la perfección, que son minuciosos y sobre todo exactos, cada uno posee una magia para brindarnos una experiencia inimaginable. 

Podría escribir casi una tesis acerca de esta puesta en escena, ya que posee muchas interpretaciones, demasiadas aristas, desde reflexionar quiénes somos, cómo podemos luchar por nuestros sueños; que la fama, en fin, muchísimas pero una de las más sobresaliente es exponer el oficio teatral en una obra de teatro musical (no) infantil. 

Sin duda, es una experiencia que no puedes dejar pasar de largo, estoy seguro que nada de lo que hayas visto antes se equipara con esta magna obra. No importa cuantos años de edad tengas, la pueden ver desde niños de siete años pero sin duda podrá ser disfrutada por cualquiera, sobre todo para quienes amamos realmente el teatro.


"Hoy sé dónde está la chispa que me hace gigante"