Aunque el cordero se vista de seda, lobo se queda

"Ojalá que tu hijo se muera" es una frase muy fuerte que se emite durante la obra "Lobos por corderos" que te deja frío, impávido, con la sangre casi congelada, tratando de entender (de alguna manera, aunque se escuche inhumano) a quién la emite y poniéndote en los zapatos a quien se lo dice.

Y así como este par de palabras, hay otras miles que te dejan con rabia, tristeza, frustración e indignación durante más de una hora que dura la puesta en escena protagonizada por Mónica Huarte, Mariana Garza, Alejandro de la Madrid y Fernanda Borches en El Círculo Teatral.

¿Cuánto vale la vida de un hijo? y es que este montaje resuelve (o no) este cuestionamiento, ya que nos muestra cómo una directora de colegio trata de conciliar con los padres de familia que han perdido a sus hijos en un accidente de autobús escolar, ofreciéndoles una compensación económica.

En este escenario, por un lado observamos a las víctimas que se enfrentan a un sistema escolar que no desea ningún escándalo; y por el otro, hay un desencuentro entre los papás que por nada del mundo venderán su duelo, al menos de primera instancia pero las cosas pueden llegar a cambiar. 

Conforme transcurren los minutos, los lobos se empiezan a quitar la piel para finalmente convertirse en corderos (¿o viceversa?) y es que los demonios del cuarteto de actores aparecen y existen enfrentamientos para que ellos mismos discutan arrastrando consigo mismos sus propios fantasmas, llámese depresión, ira o tristeza.

Poco a poco vamos conociendo un poco más de la vida de cada uno y saber la razón de actuar, con cuál pié cojea cada uno, la manera de sobrellevar una pérdida tan fuerte y la forma en cómo sucedieron las cosas.

Sin duda alguna, la premisa principal de la ópera prima del dramaturgo Reynolds Robledo es la carga moral de una tragedia, y se ve reflejado en cada uno de los personajes pues tanto la Dir. Barbara Moretti, Regina y Carlos Betancourt, y Sonia Nava se relacionan con las diversas fases del duelo, que se puede enfrentar cualquier persona después de la muerte de un ser querido.

Las actuaciones de los cuatro brillan, no necesitan una gran escenografía o una magnifica iluminación ya que con sus tonos, interpretación, trazos escénicos, energía y disposición hacen que te metas a la historia, poniéndote en el lugar de ellos, que te deja pensando incluso después de terminar la puesta en escena, y eso en definitiva se agradece.

De la Madrid me sorprendió gratamente, a su personaje lo quieres "matar", pero conforme pasan los segundos, lo entiendes, tratas de comprender el porqué reacciona  de una manera tan peculiar; por su parte, Huarte tiene que quitarse el papel de comedia que muchos adoramos para interpretar a una directora que a pesar de sus sentimientos, estrés y preocupaciones tiene que llevar a cabo su "trabajo"; y esto lo realiza de una forma muy consciente, inteligente y totalmente plausible. 

Es la primera vez que veo a Garza en un escenario y en verdad me quedé satisfecho, por toda la verdad que logra en el escenario, posee un enfrentamiento muy simbólico que mueve a todos los espectadores, me movió demasiado su interpretación; y Borches, quien destapa varios tubos de información, ayuda a equilibrar, en un principio, un escenario lleno de gritos y dimes y diretes. Pero todo puede llegar a cambiar, como en la vida.