Sólo quiero ser feliz

Una de los cosas que me hace realmente feliz es ir al teatro, desde que decido cuál puesta en escena veré, comprar mi boleto, disfrutar mi llegada al recinto, sentarme en la butaca a esperar a que "griten" esa tercera llamada que te transporta hacia otro universo; hasta que empieza esa obra que esperas que -al menos- te divierta, mueva, impacte, te deje pensando o con el corazón vibrando, y créanme que "Sólo quiero hacerte feliz" lo hizo y de una manera tan peculiar que muy pronto repetiré la experiencia de esta singular trilogía.

Un fin de semana pudo haber sido, quizás, el más feliz para Ana (Mariana Garza) pero no lo fue ya que ciertas circunstancias familiares (o del destino) impidieron que ella se fuera de viaje a Acapulco (o Iguala, da igual) con su cuñado Mauricio (Pablo Perroni) y olvidarse por unos días, o mejor dicho, horas, de su rol de 24/7 de enfermera cuidando a  Mamuy, su madre, un personaje omnipresente pero que en cada uno de los rincones y objetos está ahí, aún respirando.

Una casa vieja en Cuautla, Morelos es el escenario perfecto para que el público empiece a armar una especie de rompecabezas de tres obras que nos muestra a una familia que no está tan alejada de la realidad, al contrario, está muy apegada a ella que no importa si esta narrativa sucede a mediados de los 70, puedes verte identificado o reconocer a tus seres más cercanos por lo que están viviendo, añorando o sufriendo cada uno de los seis personajes del espectáculo que vive en el Foro Lucerna del Teatro Milán.

Esta historia llena de infidelidades, mentiras y secretos la podemos percibir desde tres lugares distintos de la casa: la sala, el comedor y el jardín, en cada uno hay detalles y hechos que pudieran parecer aislados, pero no, no están alineados al azar, complementan perfectamente toda lo creado por el dramaturgo inglés Alan Ayckbourn.

Los papeles de Garza y Perroni están exactos, construidos con una conciencia y una verdad pura que a estando a escasos metros de ellos, los sientes, los respiras, los vives; mientras que la dulzura y fragilidad de ella permanece a lo largo de la obra sin dejar a un lado sus gritos de desesperación y frustración por salir de esa casa; él, logra con su cinismo, irresponsabilidad, temeroso de la soledad, para muchos extravagante, hace que teniendo “todos los defectos” adoremos de alguna forma, esa chispa que proyecta.

Anahí Allué está increíble, me encanta su personaje manipulador, su ritmo y la forma que alumbra el escenario a través de sus diálogos, es extraordinaria. Me puedo arriesgar a decir que es, de alguna manera, el alma de la obra, cuando no está en escena esperas a que llegue aunque sea por un momento para escuchar algún comentario o hacer una mueca.

Nunca había visto a Mario Alberto Monroy en escena y tengo que aceptar que me robó el corazón, su manejo tan “inofensivo” y a la vez tan poderoso, recrea un personaje digno de despertar ternura, en ocasiones reírte de él y en muy pocas, reírte con él.

Maru Dueñas y Roberto Duarte recientemente ingresaron a esta "neurosis familiar", que sin duda vive en estas cuatro paredes, y se percibe que están al nivel del cuarteto de sus compañeros, existe un verdadero juego, un trabajo atrás para recrear a los también hijos de Mamuy.

Les recomiendo ver las tres, es diversión a la “n” potencia pero si sólo pueden ver una, les pediría disfrutar “El Comedor”, fue la que más me gustó de principio a fin, la que transcurre con más naturalidad, pero sobre todo porque hay un escena en particular que te mueres de risa, una circunstancia deriva el caos en la cena y simplemente es ¡una gloria!

No podría decir que existan puntos malos de la obra dirigida por Juan Ríos Cantú, el único detalle es que al ser un montaje de cuatro frentes hay ciertas reacciones que por más que quieras ver o descubrir es imposible, se pierde, porque el actor está de espaldas. Un detalle más,  te pido que aunque quieras ver la puesta en escena en primera fila, lo hagas desde la segunda (o tercera) ya que podrás tener una mayor visión si la percibes de un lugar más lejos.

Y por cierto, gracias por hacerme feliz, realmente feliz.