Hoy, el primer día de este año, estoy solo, caminando por la playa y mi mente -y de paso, mi corazón- están llenos de recuerdos, alegrías, nostalgia pero sobre todo de vida, esa energía que sólo el sol, arena, mar y sobre todo Dios me pudieron otorgar para darle la bienvenida a un ciclo que sé que será el mejor.
Han pasado menos de 24 horas de la celebración de este 2016, de dejar un año que mejor no vale la pena recordar; un festejo diferente, alejado de mis seres queridos, de las personas más importantes de mi vida, así fue, así tenía que ser y sucedió para acomodar parte de mi existencia y a valorar lo que tengo y a quienes tengo a un lado (fisicamente o no).
Y sí, en efecto, por detalles del destino, y asuntos de la vida no estuve solo como lo planeaba, como de alguna manera quería, alguien allá arriba quiso que conociera a personas para que con ellos pasara la última noche del 2015 y las primeras horas de este año, y esto, sin duda, lo agradezco, de corazón porque me la pasé increíble, lleno de arena en los pies, observando globos de cantoya, fuegos artificiales alumbrados por una luna rojiza enorme.
Y ahora que estoy aquí frente al mar, escuchando su oleaje acompañado por mi musica favorita, a menos de 365 días que lleguemos al siguiente año, disfrutando de cada segundo de mi vida, gozando cada canción; se me vienen recuerdos a la mente, miles, esos que me han hecho más fuerte, que me han movido el corazón que me han hecho ser quien soy.
No me puedo quejar, sé que la vida que estoy construyendo, y que Dios me tiene preparada, en maravillosa y simplemente soy feliz, sé que tengo que acomodar ciertos aspectos para ser mejor pero estoy en camino y eso no lo cambio por nada y por nadie.
Gracias Zipolite, por ser el culpable de este viaje que me está haciendo crecer y creer que la vida sigue, que si estoy hoy aquí es por/para algo. Los amaneceres y atardeceres desde el balcón de mi habitación han sido la fuerza que necesitaba. Me sigue encantando estar aquí, en un lugar cálido lleno de tranquilidad, disfrutando de la naturaleza, dejándome ser tal cual soy.
Y como dice una canción de Amaia Montero "Mirando al mar recuerdo el día en que te conocí", y yo le agregaría: "y la noche en que me (re)descubrí".