El Godínez se crea y (nunca) se destruye

Sí, seguramente conoces a alguien así, debes de abrir bien los ojos, en la calle, en el transporte, posiblemente lo ha visto pasar frente a tu casa y si no, preocúpate, eres tú, bueno, tanto como preocuparte no, siempre y cuando la vida de Godínez no vaya contigo, pero si te choca vestirse de saco sastre o traje “cafecito”, llegar temprano para ganarte bonos de puntualidad, viven en la monotonía, traer tu gafete colgado en el cuello o pantalón para sentirse honrado de donde estás, entonces muévete de ahí, es como meter un círculo a un cuadrado y que embone a la perfección, ¡jamás sucederá!

Para quienes no sepan a qué me refiero con este ya popularizado término, diré que son oficinistas que en la mayoría de los casos trabajan en grandes empresas o dependencias de gobierno y se les puede identificar por la forma en la que visten, forma en que se comportan, conviven con sus compañeros y eso sí, tienen su área de trabajo, sí, todo ese tipo de recuerditos, fotos, muñequitos, para sentirse más como en casa.

Y no me mal interpreten no estoy en contra de quienes este tipo de vida les fascina y les funciona, los respeto, pero al menos yo, olvidarme de mis tenis, ¡jamás!, de mi mezclilla ni hablamos, considero que el trabajo y los resultados habla más del cómo te vistes, del que si llegas un poquito tarde compensarlo sin hacer el famoso “tiempo nalga” sólo para cumplir un horario.

Eso de vivir estresado por las estadísticas para ver si le vas “ganando” a tu compañero, de las sanciones por rebasar los minutos, y ni se te ocurra poner como fondo de pantalla a tu novi@, paisaje de tu viaje favorito o a tu perro porque estará bloqueado para tener el logo de la empresa (léase la Sección Amarilla).

¿Y todo esto porque lo digo? Porque asistí a Un Teatro, sí, así se llama el sitio donde fui a ver “Érase una vez Godínez” y después de esperar más de 20 minutos de lo pactado escuchando cómo jugaban con el micrófono y mover elementos dentro de la sala, di mi boleto, perdón, un pedazo de cartón, para que me dejaran entrar a ver la obra dirigida por Yaride Rizk y tengo que decir que la hora de duración se me hizo como veinte, ¿por qué? Porque considero que el tema daba para mucho más que emitir críticas superfluas de la situación laboral y la frustración que ésta puede generar, pero se queda en esto, en el intento.

El monólogo se enfoca en Mauricio Gastón quien es uno más del grupo de los Godínez, que vive esclavizado en el tiempo pero sobre todo en la inconsciencia de sí mismo,  pero lo que lo diferencia de los demás para sobrellevar su ritmo de vida, es su mente que se “despierta” de repente y se convierte en un guerrero de Kung fu.

La puesta en escena combinan las acciones casi robotizadas con los movimientos ritualizados de un guerrero; pudo ser una crítica fuerte de lo que dejamos atrás con tal de cumplir los sueños de alguien más, esperaba que tuviera un ritmo constante y se hablara mucho más lo que sucede en las “grandes oficinas” y considero que se va perdiendo en el camino; con esto no me refiero a que todo el tiempo debería de estar hablando, de hecho hubo ocasiones en que  los silencios y sus gesticulaciones decían más que cuando se emitían palabras.

Si no fuera por la simpatía y energía de Jorge Guerrero la obra no hubiera logrado unas pocas risas que emití porque la mezcla de movimientos de kung fu de plano no me convencieron, se pierden varios minutos observando cómo suda y demostrando que es "casi, casi" la reencarnación de Bruce Lee y no en establecer más a fondo su vida rutinaria, las luchas internas, las relaciones que tiene en el trabajo, las automatizaciones que posee día a día, inclusive en su casa.

No puedo hablar de la escenografía porque no lo hay, existen algunos elementos básicos que acompañan al actor: una televisión, un póster, un reloj de pared, un refrigerador que se convierte en arco (¿o viceversa?), un sable y un palo que se rompió, detalle que casi estoy seguro no estaba trazado en el guión y el tradicional portafolio Godínez. Y en efecto, no son varios recursos mostrados y no importa, es lo de menos siempre y cuando haya algo que decir y aquí, considero que cojea un poco.

Y hablando de esto, hay que echar un ojo (o varios) en la iluminación, la verdad en la mayoría de las veces me tenía que esforzar con verle la cara al actor porque varios minutos no se le veía, las sombras lo tapaban y era muy molesto.