
La tragicomedia escrita
por el español Chema Rodríguez Calderón en la cual participan Mónica Dionne
(Ruth), Sonia Franco (Ana), Maya Zapata (Marisa) y Zuria Vega (Jose) aborda la
importancia del amor maternal (que no tuvieron), ese amor que no posee nada de
miel, al contrario, entienden después de tantos años que el odio que tienen hacia ella no es gratuito.
Esta historia dirigida por Lorena Maza narra el
reencuentro de cuatro hermanas cuando fallece su madre, la búsqueda del testamento es la razón por la que estén
en el ático de una antigua casa y accidentalmente quedan atrapadas. Aquí es
donde comienzan a recordar cómo fue su infancia, conocer las situaciones
por las que atravesaron, gracias a las heridas
emocionales que se van destapando poco a poco.
Las cuatro actrices están
perfectas, pero tengo que hacer una mención especial a Zapata, su personaje, su
interpretación es extraordinaria, si mi memoria no me falla es la primera vez
que la veo en el teatro y he quedado sorprendido, por su capacidad de
envolverte en cada uno de sus diálogos y brillar como muy pocas saben hacerlo.

Tengo que ser honesto, cuando
escuché el nombre de Vega hice una mueca de “ya qué” pero tuve que tragarme mi
sentir ante la sorpresa que me he llevado, su labor e interpretación me dejó
con los ojos más que abiertos y un grato sabor de boca; por su parte, el
talento de Franco lo he visto múltiples veces
en “El amor de las luciérnagas”, una de mis obras favoritas, y ahora con este
papel se defiende sobre todo casi al final, en ocasiones la sentí un poco
lejana, sin ritmo pero en general estuvo bien.
La escenografía (a cargo de Edyta
Rzewuska) es un participante más de esta historia, un ropero viejo, un
baúl, un diván, el espejo que irradia melancolía, los haces de luz que aparecen
gracias a las ventanas crean una atmósfera fría pero que se empieza a calentar
gracias a las conversaciones que tienen entre ellas y no sólo lo que se expresa
sino lo que han vivido.
Pero no sólo aplaudiría los
elementos escenográficos sino también a la iluminación que permite que luzca
cada una de las actrices en diferentes momentos de la obra, así como sus gestos, ademanes y los movimientos en el escenario.
Y como siempre, me pongo de pie
ante un texto que te deja huella, ante actuaciones que te sellan una sonrisa en
el alma, y no, no se trata de echar flores, simple y sencillamente “Feroces”,
la recomendaría y hasta la volvería a ver para repetir esta experiencia.
"-Eres una hija de puta
-Gracias, hermana, tú también"