Qué diferente se ve el mar cuando no eres feliz


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Ésta es una de las mejores frases que escuché mientras disfrutaba la obra de teatro “Sonámbulos” y no saben de qué manera me movió y me hizo vibrar y al final tener un nudo en la garganta, sé que la vida no es de color rosa, posee una gama infinita de colores (olores, texturas y sonidos) pero de nosotros depende que la veamos de ese tono, y esto de alguna manera es lo que trata la puesta en escena que ha vivido en La Teatrería durante más de tres meses pero no la había podido ver, hasta hoy.

La historia comienza con el “diálogo” entre una abuela Cristina (Paloma Woolrich) y Luis (Pablo de la Rosa), su nieto, fumándose un “churro”, él no emite ninguna palabra pero escucha atentamente y se comunica escribiendo en una libreta lo que le quiere decir; éste relato poco a poco va tomando forma, se aborda un acontecimiento que fue determinante para los cinco integrantes de la familia que están rotos, aislados, cegados, con mucho que decir pero sin intención de hacerlo.

El quinteto está tan metido en su dolor que deja de entablar relación, de hablarse, de sentirse, llevan casi un año así hasta que un hecho mueve las piezas de este rompecabezas lleno de silencios: Elías (Héctor Mendoza) es escritor e imparte clases en una universidad; su esposa Nora (Mónica Dionne) padeció cáncer y trata de mantener su familia a flote; Sara (Ana González Bello) desea encontrar un buen empleo;  Cristina, liberal y heredera de la generación de los sesenta; y Luis es el hijo menor de la familia.

Todos son protagonistas, están exactos, tienen bien estudiados sus movimientos, sus diálogos, ninguno resalta más que otro, cada uno tiene su personalidad muy definida y esto ayuda en el relato de estos personajes que buscan dar vuelta a la página negra pero para poder hacerlo primero hay que despertar de esa pesadilla que duró 30 días.

Desde que vi a Paloma Woolrich en Wit, la respeto aún más de lo que ya la admiraba y su participación en esta obra es muy divertida, directa, sencilla y compleja a la vez, un tanto controversial pero memorable, si con sólo decirles que no tenía que estar de frente al público para transmitir sus emociones o lo que sentía, su espalda y sus movimientos corporales expresan mucho.

Por su parte, Dionne y Mendoza no merecen más que respetos y aplausos, sabemos de sobra su profesionalismo en el escenario y aquí no es la excepción, están perfectos como pareja que posee problemas y que buscan resolverlos pero cuando sucede, aparece otra circunstancia, una de sus últimas escenas te arrancan el corazón.

En cambio a  Bello y De la Rosa no los había visto en el escenario y tengo que decir que mil respetos están al nivel de sus compañeros y eso no es cosa fácil, lo hacen muy bien, transmiten rabia, tristeza, dolor… 
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A lo largo de más de una hora y media, en muchas ocasiones te reirás de alguna situación o diálogo pero más que por algo chistoso, es una risa un poco nerviosa por verse de alguna manera reflejado; pero también disfrutarás de una música original de José Manuel Torreblanca, es un gran deleite.

La dirección es indispensable para que el resultado sea bueno y Reynolds Robledo lo hace perfecto, sucede que es tan puntual que conforme va transcurriendo el relato, se descubren las piezas  del acontecimiento para que tú te vayas construyendo lo que les pasó un año atrás durante el festejo de Luis.

Creo que el único detalle que yo le veo es que su temporada en el teatro de la Roma ya está a punto de finalizar y un poco de olor a cigarro en algún momento, pero esto es un aspecto mínimo, ya saben como soy ante este "aroma".

“Sonámbulos” que posee mucha ironía, cuestiona acerca de las relaciones (familiares) en la que ya no se mira al otro ni se le presta atención, a pesar de estar enfrente, pero más allá, es de ser felices, de celebrar la vida y asimilar que en el peor día de la vida, del otro lado del mundo, es el mejor momento de alguien más, tal cual lo menciona la obra.

"A esta casa le falta música"