La incomodidad del Juego de la Silla

Han transcurridos ya casi dos años desde que vi el cartel por vez primera de "El Juego de la Silla" y honestamente moría de ganas de verla, taaanto que creo que morí y resucité para verla en esta temporada, pero dicen que los tiempos son perfectos y creanme que la larga espera valió mucho la pena, ir al Foro Shakespeare y gozar un gran texto, grandes actuaciones y una historia que en definitiva te moverá, o en su defecto, te hará reír de varias situaciones, que se te harán familiares porque a pesar de que el texto de Ana Kats es argentino, existe una gran identificación con la familia mexicana, la idiosincracia, el matriarcado.

Los acordes de "Sweet Caroline" inician, las luces se encienden en su totalidad para dejarnos admirar los adornos y letreros de bienvenida a Víctor, y con ello, se abre una puerta y aparece una familia con un integrante con los ojos vendados simulando la "Gallina Ciega", sí, ese juego que todos disfrutamos en alguna ocasión, y con ello darle el recibimiento al hijo pródigo, que se quedará en casa por unas cuantas horas para regresar a trabajar al extranjero y descubrir que lo único familiar que tendrá es la incomodidad que le provoca ciertas acciones de su núcleo. 

En la medida que vamos riendo, conociendo a los personajes, no se puede evitar igualmente sentirse angustiado ante una mirada llena de rencores, reclamos, mentiras, cuestionamientos, cuyo única vía de comunicación es el afán de buscar la aprobación.

La alegría invade estas cuatro paredes pero su regreso no será miel sobre hojuelas ya que además de disfrutar del pollo con mole que preparó su querida mamá, admirar las cartulinas que dibujó su hermana, armar un rompecabezas con su único hermano, y aplaudir los bailes de la más pequeña, tendrá que poner algunas cosas en su lugar, quizá como nadie lo había hecho antes.

Los cinco integrantes de la familia (incluída la ex) quieren aprovechar al máximo su estadía y preparan una serie de actividades para homenajearlo: juegos, regalos, bailes, cantos, una cena típica y hasta un dúo de guitarras para darle el recibimiento que se merece.

A lo largo de los minutos disfrutamos de varios juegos entre ellos el que da el nombre a la obra y el cual detona un confrotamiento importante, en el cual para mi gusto, le faltó poner un poco más de contenido, más explosión; en varias ocasiones, cuando existe una pelea se sacan a relucir otras cosas y eso es lo que me hubiera gustado para enterarme más acerca de la vida de él, porque de alguna manera es un misterio, contiene subtextos que nos pone imaginar varias cosas pero la desconocemos.

La directora Angélica Rogel mostró minuciosamente que en muchas ocasiones se dice más cuando se calla o se emite el silencio incómodo que cuando se habla pero, aquÍ entre nos, sí me hubiera encantado enterarme de más aristas de los personajes.

Miguel Conde está de lujo, se percibe que tiene muy bien estudiado el papel, una energía contenida y poderosa, sus reacciones son muy naturales, ya lo conocemos, un gran intérprete; Paloma Woolrich está increíble, realiza un trabajo excepcional de una madre controladora, voluble, un tanto contradictoria que hasta puede llegar a ser insoportable; aunque tengo que decir que también me gustaría ver cómo lo realizaba Margarita Sanz.

Gabriela Guraieb, Mahalat Sánchez y Alejandro Guerrero están al mismo nivel, con una gran proyección escénica y sí tengo que hacer una mención especial sería para Ana Beatriz Martínez, un bombón en el escenario, por sus actos espontáneos, a veces fuera de lugar, ingenuos, entendemos cada una de sus palabras, tiene parlamentos muy fuertes; sin duda, fue una gran sorpresa verla en el escenario.

La mejor escena es entre ella y Miguel, obviamente no revelaré mucho, pero ellos dos, en plena madrugada, están sentados  arriba de la mesa y su dinámica es tan profunda, tan sencilla, tan sensible, tan emocional que terminas amando esa relación, esa relación fraternal que aunque ya no se "conozcan", ese cariño tan fuerte va a seguir estando a pesar de la distancia, a pesar de que se dejaron de ver y "comunicarse" hace ocho años. 

Tengo que mencionar algo, la última escena yo me la hubiera ahorrado, creo que me quedo satisfecho con los minutos previos, por toda la verdad y sensibilidad mostrada, por lo que se dice pero aún más por todo lo que no, los últimos segundos los sentí como de "calzador", un parlamento muy forzado.

Es sin duda, de esas comedias en las que te ríes porque te observas proyectado en el escenario con alguna situación, parlamento o personaje, posee un gran realismo y eso provoca un reconocimiento importante de los núcleos familiares, ya sean nuestros o del vecino


"Te conozco y eres una tramposa"