Milagro en el Teatro Milán

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Y no hablo de lo extraordinario que es este recinto de la Colonia Juárez, quien lo conozca me dará la razón; tampoco de la diversidad de obras que hay en este gran lugar; y menos, bajó del cielo un ángel y se puso actuar en el teatro; sino que me refiero a lo que mencionó el actor y productor Pablo Perroni, al final de la más reciente función de "Happy".

Ya que además de ser el estreno de María Penella, también fue el de Juan Ríos, quien con sólo un ensayo previo "se lanzó al ruedo" puesto que Pablo Bracho por situaciones extraordinarias no pudo estar en el Teatro Milán, y créanme que el tamaulipeco me dejó con un grato sabor de boca, muy exacto, delirante, pareciera que llevara varias funciones desarrollando el personaje de Eduardo. 

Éste es uno de los cuatro amigos que se reúnen una noche para seguir aferrándose en demostrarse el uno al otro lo bien que va su vida, y es que a lo largo de la velada, observamos al hombre más feliz del mundo, Alfredo, un profesor de literatura francesa, a quien la vida le tiene preparada una sorpresa, o mejor dicho, una sacudida emocional y física, gracias a la nueva novia de su mejor amigo.

Y es que desde un inicio, existe una atmósfera de tensión, de incógnita, no sabes qué vaya a suceder en esa casa pero de que se respira un acontecimiento fuerte y estás seguro que va a pasar algo, es indudable, con estas cuatro figuras que convergen entre la provocación y vulnerabilidad.

¿Qué tengo que decir del gran Perroni? Desde "Sólo quiero hacerte feliz", hasta "Puras Cosas Maravillosas", pasando por "Nerium Park", me ha impactado de sobre manera y aquí no fue la excepción, construye un personaje complejo, lleno de aristas, inundado de sentimientos, al principio de la obra no se percibe tanto pero conforme van transcurriendo los minutos, observamos un hombre con una fragilidad que provoca desear subirte al escenario y darle un abrazo.

Por su parte, Yuriria del Valle esta increíble, su personaje y el trabajo que realiza con él es un deleite, desde que aparece en escena y como lo hace, sabemos que su desarrollo puede ofrecer mucho (y lo hace); es como un pastel de mil hojas, cada una tiene sentimientos, sensaciones, deja huella, aunque ya no la veas, y ni decir de su comunicación no verbal, es única y muy disfrutable.

Tengo que mencionar algo que no me agradó tanto, pero para darle contexto diré que hace unas semanas regresé a ver "Una Sucia y Muy Chingona Historia de Amor", una narrativa que me volvió loco por la forma en que se desarrolla y la sinergía de los actores pero ¡oh, sorpresa!, ese día me cambiaron a Ana González Bello, la protagonista -sin avisar-, y la chispa de la crónica se perdió; y en "Happy" me sucedió lo mismo, yo estaba a punto de entrar al Milán cuando de repente me entero que ella no estará.

Y perdón, no tengo absolutamente nada en contra de Penella, pero sí me hubiera encantado disfrutar la versión de Bello en el papel de Eva, un personaje fuerte, un tanto extravagante, fuera de lugar, que pone los "puntos sobre las íes", pero a pesar de lo que esto conlleva, a la actriz la percibí muy sobre actuada, llena de intensidad que no llegaba a ningún lado, sí,  con una energía que se desbordaba pero no sabía para dónde. 

La puesta en escena del dramaturgo Robert Caisley y dirigida por Angelica Rogel, me dejó sin habla al finalizar la hora y media de duración, por todo lo que se construyó a lo largo de los minutos y al final, ¡pum!, suceden una serie de acontecimientos que te dejarán con la boca seca y una incomodidad ajena. Esa incomodidad que no sabes si reírte o darle vuelta hasta encontrar por qué te movió lo acontecido. 

Sin duda, esta comedia nos enfrenta sobre el verdadero significado de la felicidad, aquella que día a día nos disponemos a encontrar de diferentes formas, colores o texturas; porque puede ser -como esta obra- divertida o un tanto cruel. 


 “No creo en la gente que dice ser feliz”