¿Cuánto valor necesitas tener para escribir una carta?

Ésta es una frase que se me quedó muy grabada al terminar de ver la función de "Papi Piernas Largas" porque me pregunté cuándo fue la última vez que escribí una carta, o peor aún, cuándo alguien me mandó una; y con gran tristeza me di cuenta que no me acordaba con exactitud y eso que me encantaba hacerlo, en verdad, era emocionante  diseñar una hoja en blanco o de color para que lo disfrutara algún amig@ o familiar; y ver en tu correo un sobre dedicado para ti, era una inquietud enorme, que actualmente se ha perdido o más bien, modificado.

Ya que todos los días tenemos decenas de mails que llegan a nuestro correo electrónico pero es muy diferente porque ahora todo lo tenemos a un clic de distancia, es muy fácil conectar con alguien a kilómetros de nosotros y ese es uno de los temas que resalta en la obra dirigida por Marú Dueñas (QEPD): las cosas fáciles, lo que tenemos a primera mano como abrir los ojos, voltear a ver la luna, que el sol te visite por la ventana, estos acontecimientos que damos por hecho, siempre son las más importantes.

Y eso fue lo que descubrió, poco a poco Jerusha Abbot, una joven de 17 años que vivió toda su vida en un orfanato hasta que un día, la directora del lugar pidió hablar con ella para decirle que unos de los benefactores había decidido enviarla a la universidad para que se convirtiera en escritora, tras leer una de sus historias. Él le costearía sus estudios y brindaría una importante mesada pidiendo a cambio solamente una cosa: una carta, con el fin de fomentar su hábito y saber de sus progresos escolares y actividades cotidianas.

Mes con mes, ella no deja de escribirle a su "Papi piernas largas"  le cuenta el mundo que se abre ante ella; el conocimiento, la literatura, el arte y la belleza que encuentra en todo; aunque no lo conozca fisicamente y mucho menos sepa quién es él, éste hombre que ella imagina que es un anciano y tiene las extremidades como una araña patona, resulta ser un joven que se encariña de sus letras, pero el miedo a la cercanía, lo orilla a conocerla con otra identidad.

Esta historia de amor que es un clásico de la literatura, ya había tenido su puesta en escena en nuestro país hace cuatro décadas con  las actuaciones de Angélica María y Gustavo Rojo pero ahora la adaptación y la forma de narrar fue muy diferente, tanto así que ahora sólo vemos a dos enormes actores (y con eso basta) llenar el escenario con luz propia: Oscar Acosta y Paola Gómez.

Quedé impresionado con el desarrollo de esta actriz, qué manera de llenar el teatro con su talento, interpretación, voz, hace mucho que no la veía en vivo y me dejó sin palabras, esa sensibilidad y audacia de conquistar un personaje como este; y ni decir de Acosta, su evolución fue muy notable, en un principio me costó trabajo entender sus movimientos, sus caras, pero conforme pasaron los minutos se adueñó de esas "cuatro paredes".

Uno de los detalles que se agradecen, es la música en vivo, le da un plus significativo y ayuda a mover fibras y la obra que está dividida en dos actos con la interpretación de casi 30 temas compuestos por Paul Gordon y traducidos por Enrique Arce, lo tiene y eso lo aplaudo, sin duda alguna.

Posee una escenografía imponente, gloriosa, desde que entras al Teatro Milán, observas esa enorme biblioteca, ves los detalles, y hasta sientes que en algún momento los libros empezarán a salir, es un lugar lleno de estos objetos que ambientan perfecto el lugar, aunque en algún momento sentí que tanta cercanía, era limitante para que la pareja de actores se moviera con facilidad.


Tengo que ser honesto, el primer acto lo disfruté mucho más, habían más detalles, varios datos, más incógnitas; y la segunda, la sentí un poco pesada, tal vez algo repetitiva, o será que ya estaba esperando ese final romántico.

Cabe mencionar que a pesar de que se ambienta en la Inglaterra a inicios del Siglo XX, sus temas podrían ser muy actuales porque además de mostrarnos que el secreto de ser feliz consiste en agradecer lo que la vida trae; también plasma la lucha que tenían las mujeres para romper paradigmas y luchar por ser libres. 


"Quiero ser igual a las demás, vestir igual que las demás..."