Mi privacidad fue "expuesta" en el teatro

Sí, lo tengo que aceptar públicamente yo fui uno de los "conejillos de indias" de la puesta en escena "Privacidad" y no quiero abordar mucho acerca de ese inolvidable momento ni revelar grandes detalles porque sería un spoilerazo, pero algunas de mis fotos de mi Instagram se mostraron en las pantallas del Teatro de los Insurgentes frente a más de mil personas y me sentí expuesto y no es que yo lo permitiera o me preguntaran pero simplemente como lo mencionan en algún momento de la obra, cuando subes una foto a una red social o peor aún, cuando simplemente la tomas desde tu teléfono, ya no es tuya. Así de preocupante y de sencillo es.

Como lo es no leer los términos y condiciones de las aplicaciones que bajas, los accesos a diferentes programas que ocupas diariamente, en fin, las letras chiquitas que casi nadie le pone atención; en este espectáculo protagonizado por Diego Luna o Luis Gerardo Méndez, te demostrará qué tan fáciles somos para ser un número dentro de las estadísticas cibernéticas; ser una rata de laboratorio; ofrecer información y datos que ellos necesitan para conocernos mejor y aprovechar eso para que hagan –casi- lo que quieran con nosotros.

La escenografía de Jorge Ballina es una maravilla, no le puede nombrar de otra manera porque cuando entras a la sala te impactas al ver el escenario envuelto de figuras rectangulares que van cobrando vida con videos, iluminación, estructuras, movimientos, sombras, en fin, lo que percibes al inicio del show no es nada comparado con lo que observarás al final de este. Gran creatividad plasmada para ser la guía de nuestros pasos, de nuestras acciones, de nuestra vida.

Confieso que ingresando al teatro me sentía muy nervioso, no entendía por qué, pero presentía que algo iba a ocurrir, y así sucedió, de hecho, no quería ni agarrar mi celular, y mucho menos activar el WiFi que el recinto te proporciona para que navegues, pero nada es gratis en esta vida y al transcurrir la obra escrita por James Graham y Josie Rourke te das cuenta, de alguna manera, la razón.

La obra yo la quería ver desde que se estrenó, pero por ciertas circunstancias no había podido ir, pero a raíz que me enteré que ya eran las últimas funciones de Luis Gerardo, decidí lanzarme sin importarme nada más, para quienes me conocen saben que lo admiro, me gusta y respeto cada uno de los trabajos en que ha estado, o al menos, la mayoría de ellos, y era por eso que necesitaba verlo aunque sea en su penúltima semana de esta singular obra. Y no me arrepiento y cómo arrepentirme si además tuve una cita con él.



¿Qué puedo decir del protagonista? Siendo honestos, en sus primeros parlamentos no le creía mucho, el tono, su volumen, lo sentía alejado, un tanto rígido pero conforme fueron pasando los segundos, me atrapó, observas como poco a poco se va adueñando del escenario, conquista cada uno de los espacios, te ves proyectado, en algunas circunstancias. Sin duda un gran sabor de boca. Seguramente Luna le da otra visión al personaje que valdría la pena ver para confirmarlo.

Méndez interpreta la vida de un escritor cuya inspiración simplemente se bloqueó tras un rompimiento emocional, por lo que emprende un viaje web para abrirse al mundo y buscar a ese alguien que lo entienda, lo que también significa convivir con otras personas tanto en el mundo real como en el virtual. 


Y no lo hace solo, lo acompañan grandes actores como Alejandro Calva, Ana Karina Guevara, Luis Miguel Lombana, Amanda Farah y uno de mis favoritos, Antón Araiza, por mencionar algunos; quienes interpretan varios personajes como una  gloriosa mamá -que está para chuparse los dedos-; un publicista; un programador; un profesor de leyes; una profesora de estudios sociales; una mezcla de personalidades que ayudarán al autor a acomodar su vida.

Y por si fuera poco, importantes personajes aparecen en escena mostrando datos intrigantes e invitando a los asistentes a realizar diferentes tareas con sus celulares, para que nos demos cuenta cómo se han convertido en una extensión virtual de nuestra naturaleza y de una vez nos caiga el veinte acerca de lo que compartimos conscientemente (o no).

¡Ahhh! Porque la "consigna" de toda la obra dirigida por Francisco Franco es dejar prendido el teléfono; siempre he criticado a quienes entran a una puesta en escena y no pueden dejar a un lado su bendito celular, lo contestan, se están mensajeando o de plano, les vale y deja que suene para que todos se enteren que le están hablando; y no les entiendo, ¿a caso no te puedes despegar de tu aparato aunque sea dos horas? Y al menos aquí no sucedió, la producción te pide que para tener una experiencia más completa lo idóneo es que lo dejes con el WiFi activado y usarlo cuando los actores te lo pidan.

"Privacidad" te muestra sin vendas, la luz y obscuridad de la internet, específicamente en nuestras redes sociales y la ciega forma en que "regalamos" nuestra vida personal al publicar fotos, videos y pensamientos sin entender que esto se convierte en propiedad de las compañías tecnológicas y ni decir de dejar en el "cajón de los olvidados" al contacto físico.
 
En fin, saliendo de la obra me sentí feliz, con nudo en la garganta, usado, expuesto, intrigado, confundido con lo que respecta a mi vida virtual, qué hago o dejo de hacer con ella, porque en definitiva es 
una gran arma de doble filo, claro, si no la se usar con la responsabilidad adecuada.



"No son secretos, son cosas privadas"