
Los actores en toda la extensión de la palabra pero sobre todo de teatro musical, se interpretan a ellos mismos, dejando a un lado lo que son, para echarse unas décadas más encima, y mostrarse como podrían estar pasando sus últimos (y mejores) años de vida, viviendo en la Casa del Actor (inmortal) Xavier López “Chabelo”.
Aquí, es donde cada uno de ellos, con más arrugas, canas y movimientos más limitantes, recordará sus años dorados en el escenario, y acompañados del chileno Claudio Espíndola (quién por azares del destino terminará en dicho asilo), convivirán para que através de la música nos cuenten lo que vivieron; pero no todo será miel sobre hojuelas, ellos estarán al cuidado de una excéntrica, "bondadosa" y poco servicial enfermera: Alicia Paola.
Sin duda, este es un recorrido musical por diferentes épocas en las que la edad no es limitante para que cada uno, mientras la encargada se retira, hacen a un lado las rehabilitaciones y la medicación para revivir temas que están adheridos en el subconsciente colectivo, haciendo de las canciones de Queen, Eurythmics, Alphaville, Miguel Bosé, Café Tacvba, Selena, Madonna y Gloria Gaynor un analgésico disfrutable.
Y confieso que a cada uno de ellos los gocé mucho pero hubieron dos en especial que me enamoraron por sus escenas, por su entrega, por su humor: Lissette y José Daniel Figueroa, en verdad, qué manera de cautivar a la audiencia con detalles que parecen sencillos pero son muy poderosos al plasmarlos ante centenas de personas, sus tonos y movimientos me cautivaron.
Más allá de una puesta en escena, es un pretexto perfecto para demostrar las cualidades vocales y corporales que poseen estos intérpretes en el escenario y además, reivindicar -aunque se escuche "choteadísimo"- que la edad está en el corazón y no en el hígado que ya no se tiene, o la falta de pelo, o la pierna que ya te falla después de un fuerte caída durante un show.
No todos lo hacemos, pero reírse de sí mismo es una gran medicina, yo diría que es indispensable para evaporar demonios, sentirse más tranquilo, respirar armoniosamente; pero que un actor lo haga, es un logro ya que conlleva el ego, lo poderoso de su nombre, el "estatus", y ellos demuestran que se puede hacer de una gran manera haciendo al público su más leal testigo a través de un humor demasiado negro.
Esa ingeniosidad que hizo que me riera demasiado, de principio a fin, tener una sonrisa a lo largo de casi dos horas, lo agradezco, y seguramente no soy el único el que vivió algo así, y no sólo esto, también los arreglos musicales de Federico Di Lorenzo que están extraordinarios, cada número musical tiene su toque, posee su magia, esa alma que hace que cada uno de ellos se luzca con su voz.

Hay un detalle que simplemente no me gustó, y fue desde que encendieron las luces para relatar esta historia dirigida por Anahí Allué, ver la escenografía, la sentí de cartón, no me producía nada, tal vez lo único atractivo fue el diseño genial del piano y el sillón rojo, pero todo lo demás me incomodó; y más porque cuando se cerraba la puerta, se movía casi todo y hasta pensaba que en algún momento se les podía venir abajo, y ahora sí, como diría la enfermera: "adiós, viejitos".
"Mañana será otro día... o no"