El amor posee una gama infinita de colores, demasiadas texturas, un sinfín de sabores y muchos olores que combinados entre sí hacen que nuestro universo sea de color rosa pero, qué pasaría si a ese ser amado que conocemos desde hace mucho o poco tiempo, de pronto, cambiara totalmente su caparazón, ¿modificaría parte de su esencia? ¿Lo seguiríamos queriendo igual a pesar de que ahora quiere ser azul y no rojo, como ya estábamos acostumbrados?
Esto es precisamente lo que aborda "Rotterdam", una obra escrita por el dramaturgo inglés Jon Brittain que da pie a cuestionamientos sumamente complejos sobre el género, las preferencias sexuales y el amor. Y después de tantas temporadas y cambios de elenco, la pude ver (y disfrutar).
Esto es precisamente lo que aborda "Rotterdam", una obra escrita por el dramaturgo inglés Jon Brittain que da pie a cuestionamientos sumamente complejos sobre el género, las preferencias sexuales y el amor. Y después de tantas temporadas y cambios de elenco, la pude ver (y disfrutar).
Para algunos, dicha ciudad holandesa es un poblado de paso, un lugar en el cual no se quiere estar por mucho tiempo pero hay dos personas que han estado juntas desde hace siete años, ¿por qué? Por amor, por complicidad, por estar en un estado de confort, por vivir libres pero con una especie de miedo congelado que se podría encender de un momento al otro cuando ambas decidan "salir de su clóset".
Y es que la puesta en escena aborda la vida de una pareja de lesbianas quienes viven lejos de casa para poder mantener tranquilamente su relación, puesto que una de ellas no es capaz, todavía, de compartirle a sus padres quién es realmente; cuando la otra también tiene una confesión que hacer pero a su amada: es hombre atrapado en el cuerpo de una mujer y quiere comenzar a vivir como tal.
La puesta en escena dirigida por Roberto Cavazos muestra cómo su relación se va transformando a medida que tratan de averiguar quiénes son ellas mismas, mientras que una reprime sus sentimientos hacia su "nueva pareja", la otra, entra en una vorágine de emociones, desea ser quien es pero se siente poco amada y, de alguna manera, aceptada.
La puesta en escena dirigida por Roberto Cavazos muestra cómo su relación se va transformando a medida que tratan de averiguar quiénes son ellas mismas, mientras que una reprime sus sentimientos hacia su "nueva pareja", la otra, entra en una vorágine de emociones, desea ser quien es pero se siente poco amada y, de alguna manera, aceptada.
Si en los primeros minutos de esta puesta en escena observamos cómo Alice intenta redactar un mail para anunciarles a su familia que no es heterosexual, cuando ella recibe la noticia de Fiona inician más preguntas, dudas, reproches, incongruencias pero sobre todo miedo. Un temor que nos comparte y lo sentimos a escasos metros de distancia.
Ese miedo que atrapa al personaje de Verónica Bravo de pies a cabeza y se multiplica porque le ha costado trabajo aceptarse cual es, compartir con el mundo sus preferencias y ahora, con tal noticia, ya no entiende ni qué quiere, ni que le gusta, ni qué siente. La actriz lo proyecta de una gran manera, que en ocasiones se podría percibir como incongruencia pero es porque ella es insegura y necesita madurar emocionalmente para ser feliz.
Por su parte, Amaya Blas posee dos personajes, el de Fiona y Adrián, el primero contenido con rebeldías pero con los pies bien puestos sobre la tierra, amorosa y sin telarañas en la cabeza; el segundo deja colgada en los vestidores a quien aparentemente fue y quedé sorprendido con la actuación, me emocioné ante esta interpretación. En una que otra ocasión sentí mucho caos en sus palabras, pero al final qué es lo que le sucede.
Hay dos personajes quienes las acompañan en este camino, en este descubrimiento, uno me encantó, el otro tanto. Por un lado está el ex de Alice, Josh, quien sigue perdidamente enamorado de ella pero sabe que ya no es parte de su vida amorosa y Diego Cooper lo hace muy bien, dejando a un lado lo atractivo que se ve, esas palabras, acciones, movimientos, permite que "Rotterdam" camine de una mejor manera, sus parlamentos se agradecen porque ayuda aligerar la situación y no tomarse la vida demasiada en serio.
Muy contrario al trabajo que realiza Arlet Gamino, no entendí muy bien su forma de hablar, en ocasiones los trazos que tenía, la energía que transmitía y de repente no soportaba su presencia, en efecto viene a jugar una pieza clave, a tratar de mover una "ficha" para su conveniencia pero la manera en que está dibujado su papel no me agradó del todo.
Honestamente, yo no conozco a nadie cercano que sea transexual, es decir, una persona cuya biología no corresponde con su identidad de género y que puede realizar un cambio en ella para adecuarla; pero no por ello estoy alejado de lo que pueden sentir, luchar, ser. Y esta obra, en definitivo, hace que abras tus ojos, ante este tema que aquí se aborda en un tono de comedia pero no se obscurece su seriedad.
Porque si de algo se trata esta puesta en escena que se desarrolla en el Foro Shakespeare es sobre el amor no sólo de pareja sino de amor hacia uno mismo.
"No tienes porque hacerlo solo"
ROTTERDAM
Foro Shakespeare
Martes 20:30 h.
Dirección: Roberto Cavazos
Dramaturgia: Jon Brittain
Actores: Amaya Blas, Verónica Bravo, Arlet Gamino y Diego Cooper