Éstas fueron las palabras de una niña de escasos nueve años, que estaba sentada junto a mí, y se lo mencionó a su papá a casi 15 minutos de haber empezado "El Ogrito", y lo retomo porque me pareció muy simpático, le salió tan espontáneo pero al mismo tan poderoso, porque en efecto, en el escenario sucedía algo importante, muy simbólico, un acontecimiento que vino a mover piezas de los personajes, y eso al parecer hizo que la pequeña no perdiera detalle hasta el final.
Y es que esta obra protagonizada por Eugenio Bartilotti y Arcelia Ramírez basada en un cuento infantil posee diferentes lecturas, varias capas de interpretación, para que lo pueda entender un niño, tal vez no tan profundamente pero lo esencial sí; y al mismo tiempo, mover las fibras de un adulto con temas como la libertad, los instintos, la herencia de los padres, el amor.
Porque aunque la puesta en escena dirigida por Enrique Singer es disfrazada de infantil, hay mucho más contenido para las personas grandes, entreteje demasiados temas y una gran profundidad en su texto escrito por Suzanne Lebeau que vale la pena disfrutar.
La obra de teatro narra la vida de Simón quien a sus seis años irá por primera vez a la escuela pero él no sabe que su naturaleza lo atrae a la sangre fresca porque su mamá se lo ha ocultado su corta vida, y es aquí donde el pequeño ogro se retará a si mismo para vencer esa sed que posee por ese líquido vital.
Hace mucho que no veía a Eugenio en el teatro, me da mucho que tenga un personaje de esta magnitud, con una gama de colores, de tonos, de emociones, de sorpresas. Y seré franco, me es muy complicado dar una opinión de él pero quien ya lo ha visto estará de acuerdo que se come el escenario, con sus palabras, con sus gestos, con sus movimientos, con su sutil y a la vez poderosa interpretación.
Por su lado, Ramírez cumple con lo trazado, realiza una madre soltera demasiado sobreprotectora, que como casi todas las mamás que existen no quieren que le suceda nada malo a sus hijos y aquí está perfectamente plasmado; su actuación juega en dos líneas muy delgadas que se entrecruzan a cada minuto: entre el miedo y la violencia.
La escenografía es muy singular, percibes el universo de esta familia con inclinaciones, objetos "chuecos", con demasiados elementos que se relacionan y al mismo tiempo son contrastantes; podría parecer sencillo pero apuesto que es más complejo de lo que se ve. No es la tradicional puesta en escena llena de color llamativo pero sí posee color, un color que te inunda los ojos de misterio, de ternura, de amor, de incertidumbre.
La luz de la luna, la del sol y de las lámparas de petróleo son los únicos recursos de resplandor que predominan en esta época y te llevan a viajar en un mundo tenebroso donde veremos qué tan importantes (o no) son esas tentaciones, aquellos instintos naturales que poseemos para poder desarrollarnos (adecuadamente) en sociedad.
Obvio no te diré el final, lo que te puedo decir que es una joyita porque, de alguna manera esperas inquietantemente lo que hizo o no realizó el personaje principal y cuando te lo muestran de alguna manera, respiras pero esa acción que tú emites puede ser entrecortada por lo que podrías escuchar en los últimos segundos.
Dirección: Enrique Singer
Dramaturgia: Suzzane Lebeau
Reparto: Eugenio Bartilotti y Arcelia Ramírez
Y es que esta obra protagonizada por Eugenio Bartilotti y Arcelia Ramírez basada en un cuento infantil posee diferentes lecturas, varias capas de interpretación, para que lo pueda entender un niño, tal vez no tan profundamente pero lo esencial sí; y al mismo tiempo, mover las fibras de un adulto con temas como la libertad, los instintos, la herencia de los padres, el amor.
Porque aunque la puesta en escena dirigida por Enrique Singer es disfrazada de infantil, hay mucho más contenido para las personas grandes, entreteje demasiados temas y una gran profundidad en su texto escrito por Suzanne Lebeau que vale la pena disfrutar.
La obra de teatro narra la vida de Simón quien a sus seis años irá por primera vez a la escuela pero él no sabe que su naturaleza lo atrae a la sangre fresca porque su mamá se lo ha ocultado su corta vida, y es aquí donde el pequeño ogro se retará a si mismo para vencer esa sed que posee por ese líquido vital.
Hace mucho que no veía a Eugenio en el teatro, me da mucho que tenga un personaje de esta magnitud, con una gama de colores, de tonos, de emociones, de sorpresas. Y seré franco, me es muy complicado dar una opinión de él pero quien ya lo ha visto estará de acuerdo que se come el escenario, con sus palabras, con sus gestos, con sus movimientos, con su sutil y a la vez poderosa interpretación.
Por su lado, Ramírez cumple con lo trazado, realiza una madre soltera demasiado sobreprotectora, que como casi todas las mamás que existen no quieren que le suceda nada malo a sus hijos y aquí está perfectamente plasmado; su actuación juega en dos líneas muy delgadas que se entrecruzan a cada minuto: entre el miedo y la violencia.
La escenografía es muy singular, percibes el universo de esta familia con inclinaciones, objetos "chuecos", con demasiados elementos que se relacionan y al mismo tiempo son contrastantes; podría parecer sencillo pero apuesto que es más complejo de lo que se ve. No es la tradicional puesta en escena llena de color llamativo pero sí posee color, un color que te inunda los ojos de misterio, de ternura, de amor, de incertidumbre.
La luz de la luna, la del sol y de las lámparas de petróleo son los únicos recursos de resplandor que predominan en esta época y te llevan a viajar en un mundo tenebroso donde veremos qué tan importantes (o no) son esas tentaciones, aquellos instintos naturales que poseemos para poder desarrollarnos (adecuadamente) en sociedad.
Obvio no te diré el final, lo que te puedo decir que es una joyita porque, de alguna manera esperas inquietantemente lo que hizo o no realizó el personaje principal y cuando te lo muestran de alguna manera, respiras pero esa acción que tú emites puede ser entrecortada por lo que podrías escuchar en los últimos segundos.
EL OGRITO
Teatro El Helénico
Domingos 11:00 y 13:00 h.Dirección: Enrique Singer
Dramaturgia: Suzzane Lebeau
Reparto: Eugenio Bartilotti y Arcelia Ramírez