¿Enfermaré si me como la servilleta de mi sándwich?

Ésta pregunta puede sonar un tanto absurda, pero créanme que no lo es, sobre todo para un niño que es el nuevo de la escuela, no le entiende a la maestra de inglés, se le dificulta hacer amigos, tiene algunas calificaciones reprobatorias, no le gusta levantarse temprano y que su única felicidad es comer sopa de bolitas o en su defecto, ir a la casa de su abuela a beber té y disfrutar las decenas de discos viejos que ella tiene.

Así es, los últimos respiros de niñez de Rodrigo, el protagonista de "El Niño que se Comió la Servilleta de su Sándwich", no han sido nada fáciles puesto que en pleno último grado de la primaria, no habla con nadie en el salón, excepto con Lili, su única amiga, quien lo apoya sobre todo en las peleas que puede llegar a tener con su "enemigo" Anselmo o mejor conocido como el Doctor No.

La obra está contada a cuatro voces por Teté EspinozaSara PinetLuis Eduardo Yee y Hamlet Ramírez, quienes están de lujo, logran transmitirte lo que soñábamos en la infancia, experimentábamos cuando íbamos en la primaria, o sufríamos cuando por alguna cierta razón no queríamos ir a la escuela.

Ellos fueron la razón principal por la que vi esta obra, así de sencillo, ya había disfrutado a cada uno de los intérpretes en diversos proyectos teatrales, y sólo por estar ahí, arriba en el escenario, sin saber de qué iba la historia, me llamó mucho la atención, y no me equivoqué, cada uno de los actores te lleva por un camino imaginario para que conozcas a este niño y su singular "dolor de panza".

Para ser sincero, nadie es mi favorito, cada uno brilla, por varios momentos, todos están bien aprovechados, tal vez, sólo tal vez, si me dieran escoger a alguno sería a Pinet por la simple razón que es a quien he visto más veces en el teatro pero la verdad, es que a pesar de que es una obra corta y se te va rapidísimo, la disfrutas como niño.

Aborda aquella época cuando los mini problemas eran tragedias y hoy, después de varios años nos causan risa, esa carcajada que te mueve, que te provoca, que te trae algunas imágenes de aquellos lugares, épocas o personajes que se te atravesaron en el camino, para bien o para mal. 


Y es que como ellos dicen, "ser el nuevo de la escuela es horrible", y creo que este texto que aparentemente va dirigido a "público joven", también lo puede disfrutar un público más amplio ya que el espectáculo se enfoca a los miedos, a los cambios, a todas esas telarañas que nos creamos en cualquier época de nuestra vida con tal de no enfrentar la vida.

Y es que sí, el texto es interesante, directo, divertido, con emociones contenidas en él, con  sucesos que hemos pasado o al menos, conocido a alguien cercano que le haya sucedido lo proyectado en esta puesta en escena escrita y dirigida por Ricardo Rodríguez.

La imaginación es otro personaje más de la historia y es que a esa edad es una fiel herramienta que nos ayuda a navegar por aguas saladas, y que desafortunadamente se va perdiendo conforme pasan los años.

Confieso que salí movido, recordando varios sucesos de mi vida porque  me vi reflejado en el escenario, en alguna ocasión yo fui el nuevo de la escuela y tener que luchar con eso no es nada sencillo sobre todo si no tienes las herramientas adecuadas para hacerlo pero es parte de la vida, y como bien lo dicen en la obra: "Recibir muchos golpes no nos va a gustar, pero hay que levantarnos. Pelear".


"Nos 'bemos' en la salida"


EL NIÑO QUE SE COMIÓ LA SERVILLETA DE SU SÁNDWICH Teatro La Capilla
Sábados y domingos, 12:30 h
$200
DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN: Ricardo Rodríguez
REPARTO: Hamlet Ramírez, Luis Eduardo Yee, Teté Espinoza y Sara Pinet.