Así es, en plena obscuridad, con casi nada de iluminación, apareció en el escenario Tom Pain, su sombra nos empezó a hablar, directo, sin tapujos, ecuánime, con una voz firme acerca de... ¿la vida?, ¿el miedo?, ¿la frustración?, ¿la conformidad?, no lo sé a ciencia cierta y no es que no le haya puesto atención sino que ante tantos bombardeos que fueron apareciendo poco a poco es inevitable olvidar detalles, sobre todo si las sacudidas te pierden a lo largo del espectáculo.
La obra dirigida por Adrián Vázquez, nos introduce con un ser que cuenta mal los chistes de Pepito, le gusta la magia, descubrió su "verdadero amor" a muy corta edad, su niñez lo marcó (quizá de por vida), que sigue extrañando a esa persona querida, que no le importa absolutamente nada y a los minutos le interesa todo, así como tú o como yo... o no.
Y es que a lo largo de este show escrito por Will Eno, es muy probable que te llegues a perder en algún momento de todo lo que estás respirando; de todo lo que (crees que) te está diciendo el actor; de todo el ambiente que se crea en el escenario; de todo lo que tú te predispones que va a suceder y no, no pasa... o sí.
Les confieso que estoy un poco conflictuado porque para poder recomendar (o no) un espectáculo, tienes que saber al menos de qué va, su síntesis o en su defecto, describirlo en una simple oración, pero cuando desconoces qué podrías decir, inician los problemas como los que yo tuve cuando me cuestionaron acerca de esta obra protagonizada por Luis Arrieta.
En mi mente, me explicaba: "es un monólogo que habla de una niñez, pero no de cualquier niñez; de los miedos pero no de los del personajes sino de los tuyos; de los animales, del (des)amor, de algunos chistes de Pepito; de las relaciones personales, de la libertad, de la frustración, de la energía de las abejas, de la soledad, de la dependencia, de todo y al mismo tiempo, de nada".
Quiero ser lo más sincero con ustedes porque no es que la haya odiado o me haya encantado, cuando terminó la función, salí del teatro con varias telarañas en la cabeza, fue una sensación extraña, queriendo saber un poco más pero al mismo tiempo, no pasaba absolutamente nada sino la tenía; es muy parecido a aquellas "películas -extrañas- de autor" que casi no entiendes pero que quieres hablar de ello, aunque te hayas perdido a mitad del camino.
Creo que la finalidad del autor es crearte conflictos, moverte de lo que puedes esperar al ingresar a la sala, de lo que te (mal) imaginaste que podría ser la obra y al final, en efecto, tiene unas palabras que te dan un respiro multicolor, que te aportan un abismo de alientos, pero hasta ahí, no más, no menos.
Arrieta tiene una energía muy arriba, y entiendo la razón de su dinamismo, pero a veces me llegó a estresar; cuando era ecuánime, en ocasiones no le creía, era muy raro; entiendo que finalmente esta pudiera ser su labor, crear tensión, impacto, incertidumbre, pero en general si tiene pocos momentos que ya anhelaba que se callara, honestamente.
Lo que sí tengo que recalcar es la iluminación de Matías Gorlero, sí, esos 9 aparatos que se encienden y apagan, que juegan con el protagonista a cada rato, crean un ambiente muy interesante porque les da un diferente entorno a lo que el actor esta contando; pero, además, también hay otra luz que es maravillosa proveniente de otro lugar y con tan sólo una acción, hay una escena, que es casi un poema.
Lo acepto, "Tom Pain" es demasiado complejo o sumamente sencillo, según lo quieras ver, y disfrutar, porque por más detalles que te diga de la obra, no te servirá de gran cosa... o sí, de eso dependerá de ti.
Así que si ya llegaste hasta este punto, es porque realmente estás interesado en "nada", este aspecto en que está basada la obra de La Teatrería.
"No hay por qué tener miedo"
TOM PAIN
La Teatrería
Miércoles 20:30 h.
$300 (Más el "obligado cargo por servicio")
DRAMATURGIA: Will Eno
DIRECCIÓN: Adrián Vázquez
REPARTO: Luis Arrieta