Las obras de teatro se deberían de defender por sí mismas, ya sea por los actores y/o sus interpretaciones, la escenografía, la iluminación, la dirección, el texto, o al menos, algún detalle que te haya movido como remolino; pero cuando una puesta en escena no logra hacerlo, es cuando está en problemas, tal como le sucede a "Defendiendo al Cavernícola".
Se reabrió el Teatro López Tarso para volver a colapsarse, arriesgarse con un texto que quizá hace algunos años movió conciencias y puso en el mapa las relaciones de pareja, hoy creo que es un verdadero insulto, un insulto a la mujer, un insulto al hombre, a quienes pagan un boleto de $700 o una cortesía.
Y es que después que la llamada "alcadesa" de Álvaro Obregón lo cerrara para disque organizar "otro tipo de eventos y que se acabara el 'monopolio' de Jorge Ortiz de Pinedo", se hubiera esperado un show digno para que la gente regresara a este recinto de San Ángel, pero no, creo que el efecto no es el esperado.
Me arriesgué a ver este monólogo porque estaría Fernando Lozano y no el pseudo actor-diputado-bailarín-cantante y lo que se vaya agregando en el camino, sino de otra forma, no hubiera ni pensado perder mi tiempo.
La función inicia con un clip, hecho -creo- que con Power Point, o al menos eso parece, se ve barato y no hablo precisamente de presupuesto sino de calidad, podría haber sido uno que costara $50 pero que le diera un mayor impacto, algo digno, sin los memes básicos y ni decir de la repetición hasta el cansancio de "todos los hombres son unos cabrones".
La energía de Lozano es plausible, posee un enorme ángel, incluso sabe manejar el escenario y se ve que hace lo que puede con un texto lleno de chistes ya conocidos, situaciones repetitivas, las cuales no aterrizan en ninguna parte.
Para quien desconozca de que va "Defendiendo al Cavernícola", podría decirse que se desarrolla en la eterna lucha de sexos, muestra situaciones creadas a partir de la unión del hombre y la mujer; un tema ya muy manoseado, al cual no encuentro que sea necesario, hoy en día, marcar las diferencias que existen, exaltando los estereotipos acuñados desde siglos para seguir en "disputa", o tratar de entender al "sexo opuesto".
El texto se siente muy añejo, como si ya no cuadrara a nuestra realidad, trata de quedar bien con el público, aunque termine de ser un "chou dominguero", ese espectáculo hecho para que la gente se ría, porque así además, sucede.
Si ya todo me había decepcionado, llegó un punto que sí me enojó, en serio, no puedes seguir mandando señales de odio, expresando que gritar "puto", sea un insulto y todos se rían. En un país donde desafortunadamente este término es lo último que cientos de personas escuchan sólo por ser quienes son, y créanme es todo menos gracioso.
Perdón pero sí lo tengo que recalcar, esta obra ha sido de las peores que he visto no sólo del año, sino de toda mi vida, así que si aún quieres verla, te recomiendo que no gastes tu dinero, que consigas un pase gratuito por redes sociales, vayas y lo experimentes (y me des la razón).