El teatro nos ha mostrado a lo largo de los años que las relaciones de pareja no son nada fáciles, algunas son muy chingonas; otras tal vez muy oscuras; unas cuantas enfermas; y no decir de las inconclusas, pero pocas veces había tenido la oportunidad de disfrutar una estúpida, sí, esas que te envuelven, te ciegan, entregas todo, arriesgas tu vida y a las cuantas semanas todo se acaba, se va al olvido, se diluye en el frío canadiense... o no.
"Estúpida Historia de Amor en Winnipeg" nos muestra las complejidades que pueden existir en una relación gay con personajes como Irving y Juan, quienes en un arrebato, y con poco tiempo de conocerse, deciden renunciar a su vida y aventurarse en un viaje incierto a una ciudad un tanto desconocida, en la cual se irán descubriendo sus personalidades y las consecuencias de sus actos.
Y es que desde un inicio se nos advierte, que este relato no tendrá un final de esos que se les etiqueta de felices o de estar "unidos", y eso te intriga, te mueve, quieres saber por qué no será así, te invita a conocer la razón de que esta historia llena de cheetos y unos cuantos malos "blowjobs", no siga produciendo tanta miel.
Ese dulce tónico que producimos, que nos tomamos, y que cuando estamos "cegados" con alguien hacemos estupideces, tal como lo dice la puesta en escena basado en el libro de Carlos Talancón: "Una obra para todos aquellos estúpidos que aún tienen el pésimo gusto de enamorarse".
Las actuaciones están casi impecables, tal vez los primeros minutos de la narrativa de Martín Saracho fueron a kilómetros por segundo, lo percibí que iba muy rápido y aunque le entendí todo, si lo hubiera dicho un poco más lento, lo hubiera disfrutado más, pero a pesar de eso, agarra el ritmo de sus compañeros para hacernos descubrir la personalidad de "Juan", quien aún está despreocupado por la vida y es indiferente a casi todo.
Y es que desde un inicio se nos advierte, que este relato no tendrá un final de esos que se les etiqueta de felices o de estar "unidos", y eso te intriga, te mueve, quieres saber por qué no será así, te invita a conocer la razón de que esta historia llena de cheetos y unos cuantos malos "blowjobs", no siga produciendo tanta miel.
Ese dulce tónico que producimos, que nos tomamos, y que cuando estamos "cegados" con alguien hacemos estupideces, tal como lo dice la puesta en escena basado en el libro de Carlos Talancón: "Una obra para todos aquellos estúpidos que aún tienen el pésimo gusto de enamorarse".
Las actuaciones están casi impecables, tal vez los primeros minutos de la narrativa de Martín Saracho fueron a kilómetros por segundo, lo percibí que iba muy rápido y aunque le entendí todo, si lo hubiera dicho un poco más lento, lo hubiera disfrutado más, pero a pesar de eso, agarra el ritmo de sus compañeros para hacernos descubrir la personalidad de "Juan", quien aún está despreocupado por la vida y es indiferente a casi todo.
Muy en contraste con el romántico y un tanto conservador "Irving", interpretado por José Ramón Berganza, quien está impactante, hace y deshace su papel a su antojo y eso me agrada, posee grandes momentos disfrutables que merecen un apapacho, se ve que hay un trabajo detrás, sus palabras, su mirada, su comunicación no verbal, qué enorme lo hizo, y confieso que existen algunas acciones con las cuales me sentí tan identificado con él, hay uno, casi al terminar la historia, donde me empezaron a lubricar los ojos.
A su vez, Milleth Gómez es una gloria, su interpretación de la madre de Juan es un verdadero aderezo que se necesita para que esta historia tenga más risas, una energía diferente, aunque su participación es menor, y eso me disgusta de alguna manera porque ese personaje podría dar para más, y no sólo quedarse ahí en escena todo el tiempo, creo que es un poco desaprovechado tenerla "jugando" en ese "cuadrilátero".
Esta comedia dirigida amorosamente por Sebastián Sánchez Amunátegui es sencilla pero al mismo tiempo compleja, por la resonancia que puede hacer eco en nuestros corazones, independientemente si eres homosexual o no, aunque claro, creo que si eres gay puede existir una mayor afinidad por los personajes y lo que han vivido, cómo se desarrollan o las decisiones que toman.
Siendo honestos, la escenografía no la entendí muy bien, la estructura no me disgustó del todo pero desde que entré al Teatro Helénico y la vi no me significó algo, el color no me apasionó, hasta hubiera querido que tal vez fuera todo obscuro y que sólo jugarán con las luces, porque alrededor queda descubierto el teatro, un espacio semidesnudo, y eso en algunas ocasiones, a mí me distraía observando qué había en su entorno.
Otro detalle que tengo que mencionar son los últimos cinco minutos de la obra ya que se me hicieron eternos, aún no entiendo por qué se termina de esa manera, cuando ya no sucede "nada", obviamente no diré qué transcurre, lo único que diré es que para mí esos segundos extras sentado en la butaca estuvieron de más.
Pero lo que no estuvo de más fue haber conocido una "Estúpida Historia de Amor en Winnipeg", que me diera una sacudida, que riera mucho y recordara que vale la pena arriesgarse, que vale la pena enamorarse, y vale la pena volar con los pies bien puestos en la tierra.
A su vez, Milleth Gómez es una gloria, su interpretación de la madre de Juan es un verdadero aderezo que se necesita para que esta historia tenga más risas, una energía diferente, aunque su participación es menor, y eso me disgusta de alguna manera porque ese personaje podría dar para más, y no sólo quedarse ahí en escena todo el tiempo, creo que es un poco desaprovechado tenerla "jugando" en ese "cuadrilátero".
Esta comedia dirigida amorosamente por Sebastián Sánchez Amunátegui es sencilla pero al mismo tiempo compleja, por la resonancia que puede hacer eco en nuestros corazones, independientemente si eres homosexual o no, aunque claro, creo que si eres gay puede existir una mayor afinidad por los personajes y lo que han vivido, cómo se desarrollan o las decisiones que toman.
Siendo honestos, la escenografía no la entendí muy bien, la estructura no me disgustó del todo pero desde que entré al Teatro Helénico y la vi no me significó algo, el color no me apasionó, hasta hubiera querido que tal vez fuera todo obscuro y que sólo jugarán con las luces, porque alrededor queda descubierto el teatro, un espacio semidesnudo, y eso en algunas ocasiones, a mí me distraía observando qué había en su entorno.
Otro detalle que tengo que mencionar son los últimos cinco minutos de la obra ya que se me hicieron eternos, aún no entiendo por qué se termina de esa manera, cuando ya no sucede "nada", obviamente no diré qué transcurre, lo único que diré es que para mí esos segundos extras sentado en la butaca estuvieron de más.
Pero lo que no estuvo de más fue haber conocido una "Estúpida Historia de Amor en Winnipeg", que me diera una sacudida, que riera mucho y recordara que vale la pena arriesgarse, que vale la pena enamorarse, y vale la pena volar con los pies bien puestos en la tierra.
"¿Cómo puede ser uno tan feliz cuando está cometiendo
la mayor estupidez de su vida?"
ESTÚPIDA HISTORIA DE AMOR EN WINNIPEG
Teatro Helénico
Martes 20:30 h.
$350 y$200
AUTOR: Carlos Talancón
DIRECTOR: Sebastián Sánchez Amunátegui
REPARTO: José Ramón Berganza, Milleth Gómez y Martín Saracho