Sí, ya sé perfectamente que esta mal expresado el dicho popular, pero después de haberlo escuchado así en la obra dirigida y adaptada por Angélica Rogel, "Titus", podría tener un mayor sentido en el mensaje que dirige, no pude dejar de pensar que no existen otros términos que podrían definir a esta creación tan llena de sangre, tan atascada de violencia, tan ahogada de resentimientos, tan avorazada de rencores.
En cuanto llegas al Teatro Helénico, la neblina te invade, percibes un ambiente que quisieras que no estuviera ahí, respirándolo, viéndolo, sintiéndolo, pero desafortunadamente está, y es una obscura señal de que algo no va por buen camino, de que habrá noticias no tan gratas que podrían suceder, que lo que estás a punto de ver puede estar lleno de sangre, de ese líquido vital que podría verse correr a lo largo del escenario.
La historia de William Shakespeare inicia cuando el general romano Titus regresa victorioso luego de una larga guerra dispuesto a ser elegido emperador ante la predilección del pueblo; para ello decide sacrificar al hijo mayor de Tamora, prisionera de guerra, quien se convertirá en la nueva emperatriz romana elegida por Saturnino, a quien "hábilmente" Titus cedió el poder.
Y es aquí donde estos "insignificantes" acontecimientos desencadenarán una muy dulce venganza que se está cocinando poco a poco, tal como un platillo que tiene que estarse calentando muy lentamente para, que al final, se pueda disfrutarlo, como -casi- siempre, en familia.
Y es aquí donde estos "insignificantes" acontecimientos desencadenarán una muy dulce venganza que se está cocinando poco a poco, tal como un platillo que tiene que estarse calentando muy lentamente para, que al final, se pueda disfrutarlo, como -casi- siempre, en familia.
La mayoría de las actuaciones me encantaron: Mauricio García Lozano realiza un papel que pasa por varios momentos determinantes y les imprime un sello especial y se ve toda la labor impresa en sus tonos, actitudes, palabras; Nailea Norvind deja su alma en el escenario, quizá nunca la había visto de esta manera y estoy gratamente sorprendido; Antonio Vega, inicié riendo con él pero al final, lo odié, no me esperaba menos de él, qué gran trabajo plasma, sin duda, un gran acierto en seleccionarlo para Saturnino.
A su vez, la obscuridad de Pablo Perroni no lo deja ni a sol ni a sombra, su personaje va creciendo y sus manos de sangre siempre ansían más, sin duda, de lo más sobresaliente en esta obra; Yuriria del Valle es una joya, tal vez es la más controlada pero no por eso falta de voz o intenciones, existe un grito que emite y te deja helado; Rodolfo Zarco va marcando su camino, de las pocas veces que lo he visto en teatro, siento que este crecimiento es muy notable.
Quienes complementan el reparto son: David Calderón, Jyasú Torruco, Emiliano Casigolli e Inés de Tavira, quien a decir verdad, me costó mucho trabajo entender su personaje de Lavinia, existieron detalles en su forma de moverse y de hablar que sentí como si lo estuviera leyendo, muy mecánico, y eso me dejó un sabor de boca muy extraño.
Los recursos escenográficos son bien utilizados pero hay un elemento que lo sentí muy desaprovechado: el estante rojo; sí es impactante verlo por lo que podría representar pero casi no hay interacción con él, creo que se hubiera podido explotar aún más.
Confieso que de repente, me movía mucho el uso de los micrófonos en un pedestal, para de alguna manera romper la cuarta pared, y a lo largo de las escenas me preguntaba si eso funcionaba, pero ya cuando aparece el "final feliz" lo entiendes, te das cuenta que tenía una finalidad, y eso hizo que aplaudiera un poco más.
Hablando de la (pen)última escena, es muy fuerte, es lo que se esperaba, me agradó como se fue desarrollando, la expectativa que había, pero yo sentí los últimos segundos como un fast foward, como que se les fue el tiempo y ya querían terminar todo, y eso de alguna manera la convirtió en sanadora.
Siendo honesto, yo no pensé que me iba a gustar tanto, y lo digo por lo que había leído, acerca de su indiscutible violencia, su variedad de sangre, sus múltiples venganzas; y aunque haya sido así, no supera en lo absoluto, lo que hemos vivido, sufrido, llorado, visto, leído durante los últimos años.
Confieso que de repente, me movía mucho el uso de los micrófonos en un pedestal, para de alguna manera romper la cuarta pared, y a lo largo de las escenas me preguntaba si eso funcionaba, pero ya cuando aparece el "final feliz" lo entiendes, te das cuenta que tenía una finalidad, y eso hizo que aplaudiera un poco más.
Hablando de la (pen)última escena, es muy fuerte, es lo que se esperaba, me agradó como se fue desarrollando, la expectativa que había, pero yo sentí los últimos segundos como un fast foward, como que se les fue el tiempo y ya querían terminar todo, y eso de alguna manera la convirtió en sanadora.
Siendo honesto, yo no pensé que me iba a gustar tanto, y lo digo por lo que había leído, acerca de su indiscutible violencia, su variedad de sangre, sus múltiples venganzas; y aunque haya sido así, no supera en lo absoluto, lo que hemos vivido, sufrido, llorado, visto, leído durante los últimos años.
"Lo único que me lamento es
de no haber cometido mas crímenes"
TITUS
Teatro Helénico
Jueves y viernes 20:30; sábado 18:00 y 20:30; y domingo 18:00 h.
De $200 a $450
DRAMATURGIA: William Shakespeare. Adaptación de Angélica Rogel.
DIRECCIÓN: Angélica Rogel.
REPARTO: Mauricio García Lozano, Nailea Norvind, Inés de Tavira, Antonio Vega, Pablo Perroni, Yuriria del Valle, David Calderón, Jyasú Torruco, Emiliano Casigolli y Rodolfo Zarco.