Yo siempre he dicho que los homenajes se deben de hacer en vida, y lo menciono porque últimamente he visto muchos post mortem y la verdad, considero que no tiene caso, ¿para qué?, se tendría que realizar cuando las personas estén con la sangre corriendo por sus venas para que lo disfruten, lloren, se emocionen, lo griten y reciban los merecidos miles de aplausos, tal como lo hizo Luisa Huertas en el suyo, debido a su 50 aniversario de carrera artística.
Y afortunadamente fui testigo de este acontecimiento, y más después de haberla visto dejar toda su alma en el escenario interpretando a María Moliner en "El Diccionario", una obra que llevaba meses queriéndola ver pero no había tenido tanta suerte, hasta que por fin el Teatro de la Ciudad hizo lo respectivo para que la disfrutara enormemente y le aplaudiera casi hasta el cansancio.
Y es que no ha de ser cosa fácil, interpretar a la autora de "El Diccionario del Uso del Español", quien a lo largo de más de una década, realizó un trabajo arduo y de manera solitaria en su casa para recopilar definiciones, sinónimos y expresiones de nuestro idioma, desafiando la autoridad de la Real Academia Española
La puesta en escena de Manuel Calzada no sólo aborda cómo la también bibliotecaria, elaboró toda una edición de palabras, sino también de la relación con su familia pero sobre todo, de su padecimiento degenerativo, el cual, la hizo perder su lenguaje y hasta sus funciones corporales.
Y eso se sabe, desde el primer minuto que arranca la obra dirigida por Enrique Singer, pero además suena muy paradójico que María haya sido diagnosticada con estereoclerosis cerebral, un a enfermedad que le hará perder paulatinamente la memoria, palabras de su mente, fuerza en sus acciones.
Éstas que fueron hechas extraordinariamente por Huertas, qué grande es, sin duda alguna, aquí la intérprete se desborda, se adueña del papel y el personaje revive en su cuerpo y corazón, hace que vibres con ella, que sufras, que te enojes, pero sobre todo te des cuenta de lo que hizo por el lenguaje, por estar y ser, a pesar de todos.
Y parecería que la narrativa podría ser muy solemne, pero no lo es, posee grandes toques de humor que hacen que refresques el oído y sigas atento de lo que Luisa en compañía de Óscar Narváez, Roberto Soto y Eduardo Candás, realizan durante casi una hora y media.
La escenografía de Auda Caraza y Atenea Chávez es muy especial porque de primer vistazo se divide en varios mundos que se van mezclando a lo largo de una hora y media, en medio de libros, escritorios y sobre todo, cientos o tendré que decirlo, miles de tarjetas que van creando una gran atmósfera.
Tal vez de primera instancia se sienta asfixiante, atascada, llena de objetos por todos lados; pero conforme transcurren los minutos, lo llegas a entiender y agradeces los "efectos" que se van creando a partir del aire, para que este muro "vuele".
Y como se menciona en algún momento durante la puesta en escena: "Un diccionario nunca se termina...", y ojalá que esta obra no tenga fin porque es realmente necesaria para abrir los ojos de personas de muchas personas, de darle voz a quienes siempre se han callado o simplemente emocionar con la voz, acciones, gesticulaciones de Luisa Huertas, que ahora es nombrada "Patrimonio Cultural Vivo".
Y es que no ha de ser cosa fácil, interpretar a la autora de "El Diccionario del Uso del Español", quien a lo largo de más de una década, realizó un trabajo arduo y de manera solitaria en su casa para recopilar definiciones, sinónimos y expresiones de nuestro idioma, desafiando la autoridad de la Real Academia Española
La puesta en escena de Manuel Calzada no sólo aborda cómo la también bibliotecaria, elaboró toda una edición de palabras, sino también de la relación con su familia pero sobre todo, de su padecimiento degenerativo, el cual, la hizo perder su lenguaje y hasta sus funciones corporales.
Y eso se sabe, desde el primer minuto que arranca la obra dirigida por Enrique Singer, pero además suena muy paradójico que María haya sido diagnosticada con estereoclerosis cerebral, un a enfermedad que le hará perder paulatinamente la memoria, palabras de su mente, fuerza en sus acciones.
Éstas que fueron hechas extraordinariamente por Huertas, qué grande es, sin duda alguna, aquí la intérprete se desborda, se adueña del papel y el personaje revive en su cuerpo y corazón, hace que vibres con ella, que sufras, que te enojes, pero sobre todo te des cuenta de lo que hizo por el lenguaje, por estar y ser, a pesar de todos.
Y parecería que la narrativa podría ser muy solemne, pero no lo es, posee grandes toques de humor que hacen que refresques el oído y sigas atento de lo que Luisa en compañía de Óscar Narváez, Roberto Soto y Eduardo Candás, realizan durante casi una hora y media.
La escenografía de Auda Caraza y Atenea Chávez es muy especial porque de primer vistazo se divide en varios mundos que se van mezclando a lo largo de una hora y media, en medio de libros, escritorios y sobre todo, cientos o tendré que decirlo, miles de tarjetas que van creando una gran atmósfera.
Tal vez de primera instancia se sienta asfixiante, atascada, llena de objetos por todos lados; pero conforme transcurren los minutos, lo llegas a entiender y agradeces los "efectos" que se van creando a partir del aire, para que este muro "vuele".
Y como se menciona en algún momento durante la puesta en escena: "Un diccionario nunca se termina...", y ojalá que esta obra no tenga fin porque es realmente necesaria para abrir los ojos de personas de muchas personas, de darle voz a quienes siempre se han callado o simplemente emocionar con la voz, acciones, gesticulaciones de Luisa Huertas, que ahora es nombrada "Patrimonio Cultural Vivo".
"Las palabras ya no nos representan"
EL DICCIONARIO
DRAMATURGIA: Manuel Calzada Pérez
DIRECCIÓN: Enrique Singer
ESCENOGRAFÍA: Auda Caraza y Atenea Chávez
REPARTO: Luisa Huertas, Óscar Narváez, Roberto Soto