Cuando encendieron las luces y todo el público del Teatro Milán empezó a aplaudir, para agradecerles al quinteto de intérpretes lo que habían hecho sobre el escenario, no podía digerir lo que había observado, no entendía que a raíz de varios minutos de confrontaciones me pudiera hacer varias preguntas mentales, además de un nudo en la garganta; pero, así fue, así me sucedió cuando fui a ver la obra escrita por Jennifer Haley, "Abismo".
Y es que no hay manera que salgas de aquel recinto de la Colonia Juárez como si nada (te) hubiera pasado, como si no te hubiera movido algo de esta historia tan potente, es muy probable que te va dejar casi helado observar algunas situaciones tan actuales, que de alguna manera ya estamos viviendo o estamos a punto de hacerlo, gracias a la realidad virtual.
Porque seamos francos, quién no se ha metido en la red para pretender ser otra persona, para sacar provecho del espacio, para saciar algunos deseos, para satisfacer ciertas sueños, para sentirse mejor, para ser quien una fantasía, interactuando, claro, con personas que podrían ser las mejores o las peores, en el "mundo físico".
La historia de ciencia ficción se desarrolla en "La Nether", un mundo inmersivo de realidad virtual en el que cada persona puede elegir la identidad que quiera para interactuar, pero Sims, un programador desarrolla una sala virtual llamada “El Escondite” en donde los usuarios, de forma anónima, pueden vivir sus más perversas y prohibidas fantasías, sin NINGUNA consecuencia.
Y es justamente aquí que Verónica Bravo, Pablo Perroni, José Ramón Berganza, Sergio Zurita y Léo Danse Alós empiezan a jugar, a esconderse, a enfrentarse, a quitarse las máscaras ante ciertas situaciones que ellos mismos han creado, que han tomado la decisión de apostar y al mismo tiempo, de defender.
Es muy curioso, ante una narrativa tan profunda, que habla de la tecnología y el mundo virtual no vemos grandes pantallas, elementos que asombrarían de primera instancia, objetos de última generación, pero creo, que el Director de "Abismo", Miguel Septién, hizo lo correcto y es un acierto, al recrear sólo dos ambientes muy específicos: el real, recreado por dos sillas, ubicadas en extremos del escenario, iluminados por una luz fría; y el famoso escondite, un universo elegante, victoriano, "lleno de paz".
Aquí, tengo que que aclarar, que lo único que no me encantó fueron las luces, los estrobos, que funcionan para movernos entre ambos espacios, que al final, entiendo perfecto para qué están ahí, pero personalmente, a mí me disgustaron.
Siento que la mayoría de los intérpretes están bien, se aprovechan del escenario, nos cuenta su visión, y me gustó cómo se desarrollaron, pero si a alguien le aplaudí más es a Bravo, qué enorme es y que habilidad para llevarnos por un hilo muy delgado y poner al público en jaque mate para defender ciertos argumentos, su tono, su mirada, no dejaba de mirarla; en contraste con ella, es Zurita, fue quien me retumbó, no le creí mucho su personaje, su voz no ayudaba, cada vez que aparecía, me salía un poco del ambiente, no me convenció, no le creí, siento que su entrega no es lo suficientemente concreta para que explote mejor la historia.
El internet sigue revolucionando y siento que más obras como estas van a ir apareciendo porque es necesario hablar de temas que nos muevan, que nos hagan cuestionamientos éticos, porque finalmente toda la gente ya está conectada, de alguna manera, y para prueba basta mencionar, que el tipo que estaba al lado mío de la butaca, le brilló su "insistente" celular a mitad de la función, una vez más hice mi coraje.
Sin duda, la recomiendo ampliamente, y si no la has visto y estás a punto de hacerlo, te preguntaría, si algo sucede dentro del espacio digital, ¿se debería prohibir/perseguir todo lo que dicta la moral de una sociedad?, tal vez ahorita me digas que una respuesta, pero cuando veas la obra, quizá, sólo quizá, tu opinión pueda cambiar.
"Que sea virtual no significa que no sea real"
"La gente debe ser libre en su propia imaginación"
Elenco: Pablo Perroni, Verónica Bravo, Sergio Zurita, José Ramón Berganza y Léo Danse Alós.