Technoboys: 'Así es el despiadado mundo del pop'

Ésta singular frase la podemos escuchar a escasos minutos que inicia el largometraje dirigido por Luis Gerardo Méndez, y siento que así se podría resumir "Technoboys", un producto audiovisual que muestra (o más bien, trata de hacerlo) lo cruel que pueda llegar a convertirse el ser humano, lo vulnerable que podemos llegar a ser y la basura que, en la mayoría de las veces, se comportan los medios de comunicación.

El filme lanzado por Netflix tiene una premisa un tanto simple, es la historia de una boy band de los 90 que después de tener un gran éxito, se separan, y pasando los años, ¡adivinen!, sí, deciden reunirse mientras se enfrentan a las nuevas generaciones, a los desamores del pasado, y un ambiente de lo políticamente correcto que vivimos en la actualidad, para bien y para mal.

Lo confieso, tenía muchas ganas de ver este largometraje porque, desde el tráiler, observé que podría tener buenos elementos para que el producto fuera memorable, especialmente porque viví mi adolescencia en aquella época y quería checar si plasmarían lo poco o mucho que podría recordar de todo el mundo pop que consumí.

Los primeros minutos fueron los mejores, sin duda, nos transportan a aquellos años, vemos los contrastes entre lo que sucedía en los 90 con lo que respiramos hoy y nos impulsan para querer saber qué es lo que pasaría con los elementos del grupo famoso, aunque a lo largo de los minutos subsecuentes nos arrepintamos, en varias ocasiones, de querer seguir viendo "Technoboys". 

En cuando a actuaciones, siento que está muy dispar, el cast está súper raro, hay algunos que no entiendo por qué o para qué están ahí como el trabajo de Fernando Bonilla, Joaquín Ferreira o el mismísimo Méndez, a quien observamos haciendo un papel que es una mezcla de lo que realizó en Nosotros los nobles y Club de Cuervos. Siendo muy sinceros.

Muy en contraste con lo que plasmaron las participaciones femeninas, muy en especial, de los mejores aciertos fue el desarrollo del personaje de Fernanda Castillo, muy redondo, con diversos tonos, muy estudiado, lleno de crítica, que al final se agradece; como el de Karla Souza, aunque ahí, tenga sus momentos que te quedas con cara de "what?".

Para ambientar, escuchamos temas de pop en español como "Antro" de Kabah, "Media naranja" de Fey  o "Me haces tanto bien" de Amistades Peligrosas y lo menciono porque uno de sus fallos, también, es no ambientar o explotar con canciones chicle y creativas el largometraje, este elemento le pudo dar un subidón, porque finalmente es gracias a las melodías que están ahí, quizá, la única que resalta es la de Melena (Karla Souza) con su grupo pop la cual emula directamente a Jeans.

Hay puntos interesantes que buscan poner en la mesa como la industria del entretenimiento, el oportunismo de las causas sociales, la obsesión por la juventud, el lenguaje inclusivo, pero siento que fue muy rebuscado, no había como una dirección precisa y hasta lo percibí como desbordado.

Y sí, la historia que nos cuenta este largometraje no está hecha para tomarse en serio, es más, cojea con varios detalles, pero tengo que ser muy honesto, yo sí me reí en algunas situaciones, aunque se que pudieron haber revisado mucho más el guion para hacer una crítica más ácida y puntual.

Porque sobre todo, los últimos 40 minutos observas que quien escribió esta singular narrativa ya no le importaron los ángulos de sus personajes, porque se inventaron situaciones ridículas, exacerbadas y que no ayudaban absolutamente nada en lo que pudo haber sido un producto que plasmara más allá de chistes que incluyen la diversidad o si se habla con la "e" o no. 

Es más, de las casi 2 horas que vi, o mejor dicho, de las cuatro porque la vi dos veces para asegurar mi siempre y nunca humilde opinión, la hubieran resumido y quitarle las decenas de minutos de paja, para presentarla como un cortometraje.

"Esto es ser under, es ser contracultural"