Confieso que una de las razones, sino es que la única, por las que fui a ver el musical "Jack el Destripador, El Rockstar del Horror" fue porque en ella dirigía Miguel Septién y participarían algunos actores que estuvieron en la maravillosa obra Urinetown, sí, aquella producción queretana que me fascinó y no sólo disfruté una vez; en contraste, con la que vi en el Centro Cultural (Siempre será Telmex), la cual ya no repetiría.
Y no me mal interpreten, cada uno de los seres que inundan el escenario tiene mis respetos, de principio a fin, su sudor, entrega, talento, y energía son realmente notables pero existieron algunos detalles que les falta pulir, en serio, para que al menos, el espectáculo sea un poco más disfrutable.
Porque para ser francos, la historia construida alrededor del misterio de Jack the Ripper, uno de los asesinos seriales más famosos de todos los tiempos, no me llama la atención, y lo que vi plasmado en el escenario, lo confirma, no siento que existió un guión substancioso, de gran peso, para que a lo largo de casi dos horas nos entretenga, de hecho terminando el primer acto, te quedas con información muy básica de lo que transcurre.
La obra es protagonizada por Diego Domingo, aquel intérprete que formaba parte del cuarteto/trío pop, Marconi, y no es que le haya quedado grande el personaje, sucede que yo lo miraba y observaba y no le creía que él fuera ese personaje que encarnaba, su mirada, sus gestos, su comunicación no verbal, no hice click y no considero que sea asunto de talento, porque él lo tiene, sin duda alguna, considero que fue problema de estilo, de tallerear más el papel, de casting, tal vez.
Es la segunda vez que veo a José Anuar, él es el gótico narrador que nos va ofreciendo datos, muy escuetos de lo que sucederá a lo largo de la historia pero me pasa algo con él, me cansó, verlo me tenía ya harto y no es que no reconozco su gran voz, la posee y se luce en especial en un número musical, inunda el teatro, pero como actor o desarrollador de un papel, se queda muy corto
Perdón por no mencionar al talento restante que aparece en el escenario pero son tantos y no te dan programa para saber quién está cantando, bailando y/o dejando su alma; que lo únicos que (re)conocí fueron a Eduardo Siqueiros, Memo Sánchez y César Ramos, quienes, en verdad, demostraron que Urinetown fue y ha sido una gran escuela.
Considero que el diseño de audio, está para llorar, en algún momento pensé que era probable que Jack lo hubiera asesinado pero no, la mitad de la obra sí le entendí pero la otra parte aparecieron errores, uno tal vez podría pasar desapercibido, incluso, perdonado pero casi desde el inicio, aspectos como si la música estaba más alta que la voz, que si al personaje que hablaba le apagaron el audio o la dicción de uno que otro actor.
Tengo que confesar que varios números musicales y sus coreografías me encantaron (especialmente de la última) como la versión country, que posee un sello distintivo, hay otros que aún recuerdo el "corito" pero desafortunadamente la mayoría no te exponía algún dato más, las palabras eran las mismas, no había intrigas o movimientos extras que contar.
Vela si quieres disfrutar vestuarios interesantes, canciones medio pegajosas pero si a ti no te gustan los musicales o que los actores estén cantando todo el tiempo, ni lo intentes, esta obra que posee 15 canciones, en su mayoría, muy disfrutables, en definitiva no es para ti.