Ir al teatro es una experiencia total, desde que decides cuál obra verás, adquieres el boleto, ingresas al recinto, te sientas en la butaca y observas a tu alrededor, hasta que aparece el espectáculo, aplaudes (o no) y sales a platicar tus percepciones de la puesta en escena, y asistir a "Mentiras el Musical" no es la excepción, ya que desde que entras al Teatro Aldama (así está escrito en el boleto aunque cuando lo buscas en la "gran boletera" aparece Teatro Mentiras), te ves invadido de color y música, y es obvio, la producción ha estudiado eso, sabe muy bien al público que va a dirigido y cómo sacar partido para que gaste más en el concepto.
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Entrando al teatro hay merchandising por doquier, cajas simulando que las personajes femeninas son "Barbies" para que te tomes la respectiva pic, luces por todas partes, nombres de canciones navegando ante tus ojos, llaveros, sudaderas, un walkman gigante... la "nueva casa" sabía perfecto qué podía hacer con la "minita de oro" y lo está haciendo, y ojo, no lo critico, sólo estoy plasmando lo que percibí, para quien vaya por vez primera a ver la historia de José López Velarde.
Aunque pareciera que yo soy su mercado meta, porque me encantan las canciones de la década de los 80 y 90, los tonos, diseños, la jotería y demás, pero "Mentiras" no es un producto para mí, pero no por eso no admito que el concepto ha dejado brecha, porque supieron llegar en un momento adecuado explorando la música popular y la nostalgia; y hoy lo sigue haciendo, confieso que sí, ya la había visto "en el otro hogar", como en tres ocasiones, y nunca me convertí en fan, sobre todo por la historia en sí.
Y para quien no la conozca, es muy fácil, un hombre llamado Emmanuel (yo la vi con Felipe Flores, aunque alterna con Enrique Montaño) cita a través de una misteriosa figura a sus cuatro mujeres (Dulce, Daniela, Yuri y Lupita) en su velorio para que entre ellas descubran quién le quitó la vida, todo esto nos lo cuentan mientras observamos flashbacks ochenteros, moda, ambiente y canciones de la época.
Sentado en la sala del teatro observas esas grandes luces que dan contorno al escenario y hasta arriba dice Mentiras, y dije: ¡se ve increíble! y posiblemente tomas foto porque cuando inicie la obra se va a apagar, pero no, no sucede, queda prendida tooodo el tiempo, para que no dudes qué obra estas viendo, ahí sí considero que está demás, es too much considerando todas las luces que vemos durante un poco más de dos y media que dura el show.
Pero fue lo único que me brincó en cuestión de escenografía de Jorge Ballina porque aprovechó perfectamente a sus protagonistas para revelarnos quien es cada una, mostrándonoslas en un caja de juguete tipo Barbie, representadas por su paleta de colores, y esto para empezar porque a lo largo de la obra observamos el escenario luces leds que se van iluminando de tonos rosa, azul, verde y naranja, de acuerdo a la acción, y además, juega muy bien con elementos como un oso de peluche, un teléfono o un encendedor, por mencionar algunos, con los cuales se identifica al cuarteto.
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Y hablando de las protagonistas, en lo personal me daba mucha curiosidad ver a Brenda Santabalbina (Dulce), sobre todo después del enorme papel que realizó en The Prom, y me llevé un buen sabor de boca, siento que cumple y seguro mientras transcurran más funciones podrá explotar más su personaje a la perfección, y quien no necesita darle más vueltas es quien hace a Lupita, Jimena Cornejo, si de por sí es el papel que roba alegría, carcajadas, y sorpresas, ella le imprime un gran toque, me agradó mucho.
A su vez Dai Liparoti realiza a Daniela de una gran manera, me gustó mucho su voz y algunos movimientos que realiza en el escenario; mientras que Aitza Terán interpreta a Yuri, y la sentí medio desubicada, si de por sí la peluca se le veía un poco extraña, no me terminó de convencer, sentí que le costaba mucho trabajo ponerse en los zapatos de la " mejor amiga", pero si tengo algo que reconocerle es su gran voz.
Confieso que cada vez que salía Emmanuel, no percibía a un hombre conquistador, el llamado "mil amores", sus participaciones fueron un tanto grises, en unas cuantas ocasiones brillaba cuando cantaba, pero bajo mi visión, no aportaba mucho, es más, esperaba que el personaje (SPOILER ALERT!) sí estuviera muerto para no verlo ahí y ojo, no es nada en contra del intérprete, sino la manera de cómo abordó su rol.
Y hablando de lo que escuché, es un enorme acierto la música en vivo, por donde se quiera ver, se disfruta más, te llegan más las notas, las intenciones, se te pone la piel chinita, las voces se escuchan muy bien.
Por su parte, el diseño de vestuario de Estela Fagoaga me encantó, cada una de las piezas, accesorios y elementos que usan las actrices ayudan a contar su historia, y por pequeño que parezca es interesante cómo le imprimieron alguna característica peculiar, por ejemplo la gabardina de luto de Daniela parecería toda negra, pero no, tiene ese plus que si observas más a detalle, aplaudes.
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Por otra parte, lo que me llama la atención es la (in)coherencia que existe en la producción del teatro, de qué sirve que estén repitiendo que los asistentes deben portar cubrebocas, si desde que entras al recinto te venden la botana, alcohol, refrescos y demás envolturas que poseen contaminación auditiva para que los ingieras DURANTE la función. Muy pocos a mi alrededor portaban este accesorio, y aunque fue mi responsabilidad asistir a un evento de esta magnitud, si me sentí un tanto inseguro por la persona que tenía a un lado o atrás.
En general, digamos que si eres fan de hueso colorado de la obra, te encantará; si eres amante del teatro, es muy probable que la disfrutes; si no te gustan los musicales, ni te aparezcas ahí. Confieso que es muy poco probable que yo regrese a verla, a menos que se realice una función especial con el elenco original y sólo para ver a Mónica Huarte, nada más.
"De color de rosa"